La estatua de Felipe IV o de los "cinco genios"
La estatua de Felipe IV en la
Plaza de Oriente de Madrid forma parte del imaginario madrileño desde siempre, como
algo muy nuestro, cotidiano, que siempre ha estado aquí. Tal vez por tenerla
tan cerca y haberla visto tantas veces, apenas reparamos en ella.
Todo el mundo ha visto la estatua de la plaza de Oriente pero muy poca gente la conoce de verdad.
Puede que sea la escultura más valiosa de Madrid y a la vez la más desconocida.
Sepamos qué tiene de especial la magnífica estatua ecuestre de Felipe IV y por qué ha sido calificada como la estatua de los 5 genios:
Lo primero que nos llama la atención cuando entramos en la Plaza de Oriente es la energía y vitalidad que desprende la estatua. El caballo se encuentra literalmente en pleno movimiento, encabritado, alzando sus patas delanteras, en lo que en arte se denomina, en corveta.
El deseo de Felipe IV era mostrar al mundo su poder a través de una estatua de mayor relevancia que la ya existente de su padre, Felipe III, actualmente en la Plaza Mayor, también a caballo. Para ello debería romper moldes y construir un monumento nuevo y diferente, y se decidió que el caballo debería estar en una postura hasta entonces nunca llevada a cabo en escultura: en posición de corveta, con las manos alzadas.
El valido del momento, el conde-duque de Olivares se encargó de “pedir” al gran duque de Toscana que regalase al rey esta estatua y que usase como modelo el cuadro que Rubens había pintado en 1628, durante su estancia en Madrid, en el que aparecía Felipe IV montado a caballo.
Copia del cuadro de Rubens en la Galería de los Uffizzi de Florencia |
Hoy en día existe una copia de este cuadro en la Galería de los Uffizzi en Florencia. Rubens será el primer genio en intervenir en esta obra.
Pietro Tacca, escultor muy reconocido en la época y que también había sido quien finalizó la estatua de Felipe III de la Plaza Mayor, (ya que su maestro Juan de Bolonia - Giambologna había fallecido), fue el responsable de su ejecución y será el segundo genio en intervenir en ella.
Construir un caballo de tal
envergadura y en tamaña posición resultaba un complejo problema que excedía el
ámbito artístico o escultórico, y recaía en el de las matemáticas y la física.
Por ello el escultor italiano, acudió al mayor matemático de su época, el
universalmente conocido Galileo Galilei para resolver el problema.
Su intervención no admite
lugar a dudas al conservarse documentación escrita sobre sus consejos, medidas
y soluciones matemáticas obtenidas para que la estatua pudiera sustentarse en
tal posición, con un peso cercano a las
9 toneladas.
«[...]
Necesitaréis más de ocho toneladas de bronce para vuestra obra, ya que la parte
trasera ha de ser maciza. La inclinación, ángulos y cálculos para el vaciado os
los haré llegar a la mayor brevedad posible. No dudéis que pondré tanto empeño
en esta adivinanza como en el más grande de mis proyectos». Texto
extraído de una carta de Galileo Galilei en respuesta a la solicitud de
colaboración de Pietro Tacca.
Galileo Galilei será el tercer
genio de esta compleja escultura.
Pero el genio que realmente
dio forma al conjunto escultórico y a quien debemos
su existencia tal y como la conocemos es sin duda, Diego Velázquez.
En aquellos años anteriores a 1640
Diego Velázquez no sólo era ya el pintor de cámara, es decir el pintor oficial
de la corte, sino que además había sido nombrado alguacil de corte, ayuda de
guardarropa de su majestad y superintendente de obras, y por ello fue el
encargado de diseñar y supervisar la construcción de la estatua real.
Cuando en 1635 Pietro Tacca, pidió
un segundo retrato del rey, Velázquez envió una copia del retrato ecuestre que él mismo estaba realizando en aquellos momentos para el Palacio del Buen Retiro.
Copia del cuadro de Velázquez, actualmente en el Palacio Pitti de Florencia. El original se encuentra en el Museo del Prado. |
Esta
pintura parece ser que fue la que estuvo en poder de la hija de Pietro Tacca
hasta que pasó a formar parte de la colección del Museo Pitti, de Florencia,
donde se puede contemplar en la actualidad. El cuadro original se encuentra en
el Museo del Prado y es el que se considera como modelo de la estatua ecuestre.
Se pueden comprobar las
similitudes entre la estatua ecuestre y la pintura, fundamentalmente en los detalles del
caballo.
Tal vez sea tan sólo una
apreciación personal, pero cuanto más observo este preciosa figura en
bronce más aprecio una enorme contraposición: entre el rey y su montura. Mientras que Felipe IV se muestra erguido, rígido y
solemne, el caballo desborda energía y movimiento. Parece como si el artista
hubiese querido plasmar en una sola escultura tanto el movimiento como la
serenidad, la fuerza y la calma, la vitalidad del animal y el sosiego del
monarca.
Y el resultado final de esta
subjetiva contienda es claramente favorable al equino quien, con su figura igualmente
majestuosa, su espléndida cabellera y su deslumbrante musculatura, capta
la atención del espectador de principio a fin, dejando en un significativo
segundo lugar al monarca.
Un rey que queda eclipsado por
el que lo sustenta; curioso símil, en mi opinión, entre el imperio español sobre
el que ejercía su poder y frente al que no pudo demostrar nunca suficiente
valía ni capacidad.
Cuando el escultor italiano envió
un modelo en yeso de su obra a Madrid, no fue del gusto del monarca, ya que el
rostro no guardaba suficiente parecido con Felipe IV. Hay que entender que el cuadro
enviado por Velázquez y el anterior de Rubens, sólo mostraban al rey de perfil,
con la cabeza cubierta y además Pietro Tacca no le conocía personalmente.
En este momento entra en
escena el quinto y último genio Juan Martínez Montañés, un increíble escultor calificado
como el “Lisipo andaluz”, cuya maestría en tallar la madera y dar vida a sus
figuras le habían convertido en un auténtico “dios de la madera”, como se le
conocía en Sevilla.
Fue el encargado de tallar en barro un busto de Felipe IV
para enviarlo a Florencia, al taller de Pietro Tacca.
Juan Martínez Montañés "el dios de la madera", retratado precisamente en el momento de tallar el busto de Felipe IV, que debía enviarse al taller de Tacca en Florencia. |
Finalmente la obra fue concluida y enviada a Madrid, obteniendo la total aprobación del rey e instalándose en los jardines del Buen Retiro.
Las idas y venidas de la estatua:
Las idas y venidas de la estatua:
Muchas esculturas han cambiado
de emplazamiento a lo largo de los años
pero la historia de vaivenes de ésta en particular, es bastante singular.
Su llegada a Madrid ya fue
toda una peripecia, el traslado e instalación debía estar supervisado por
Ferdinando Tacca, hijo de Pietro Tacca, también escultor, por si se producía
algún desperfecto y había que reparar la obra. Su padre, de avanzada edad no se
encontraba en situación de hacer un viaje tan largo, de hecho falleció el mismo
año de la conclusión de la obra, en 1640.
Los problemas económicos de
las arcas de la corona se sumaron a las incidencias del traslado y apenas se
pudieron pagar los gastos de transporte.
La Casa Real al carecer de
liquidez, tuvo que poner a la venta la producción total de las frutas y
verduras de las huertas del Buen Retiro y destinar lo obtenido, al pago de los
atrasos en los emolumentos debidos a los Tacca.
Inicialmente la estatua se
instaló en los jardines del Palacio del Buen Retiro, en concreto en el Jardín
de la Reina, sobre un sencillo pedestal, puesto que no había dinero para otra
cosa, y allí permaneció hasta 1675.
En este año, la reina regente
Mariana de Austria decidió colocar la estatua sobre la puerta principal del
antiguo Alcázar de los Austrias. Pero su nueva ubicación duró poco, sólo dos
años.
En 1677, siendo primer
ministro don Juan José de Austria decidió retirar la estatua ecuestre de lo
alto del Alcázar y devolverla a los jardines del Buen Retiro de nuevo.
La situación de penuria
económica y descontento de la población, debida fundamentalmente a que el nuevo
gobierno del hijo bastardo de Felipe IV, no había cambiado en nada la pobreza
generalizada, crearon una fuerte oposición popular contra Juan José de Austria.
La población protestó, haciendo
circular pasquines por todo Madrid en contra del Juan José de Austria. Multitud de coplillas hacían referencia a la estatua y al denostado primer
ministro:
“¿A qué vino el señor don
Juan?
A bajar el caballo y a subir
el pan.
Pan y carne, a quince y a once
Como fue el año pasado.
Con que nada se ha bajado
Sino el caballo de bronce”
La estatua permaneció en el "jardín de la Reina" del Palacio del Buen Retiro hasta 1834, cuando fue trasladada a su ubicación actual en la Plaza de Oriente
frente al Palacio Real.
Los Jardines de la Reina en el Palacio del Buen Retiro llegaron a identificarse tanto con la estatua de Felipe IV que eran conocidos como "Los jardines de la estatua de bronce". |
Detalles de la estatua:
La exquisita filigrana de la banda hace del bronce un auténtico y ligero tejido, ondeando suavemente al viento |
Con su espada al cinto, en la mano derecha lleva el bastón de general y con la izquierda sujeta las riendas del caballo de raza española.
El pedestal de la Estatua también
es una obra de arte:
La estatua se apoya sobre un elevado pedestal central rectangular haciendo que sobresalga sobre todo el conjunto de la plaza y los jardines. Se encuentra en el centro de la Plaza de Oriente, con el Palacio Real a su espalda y mirando de frente al Teatro Real.
En los laterales del pedestal central hay dos bajorrelieves en mármol de Macael con representaciones alegóricas.
El bajorrelieve de lado norte muestra al monarca imponiendo la cruz de Santiago a Diego Velázquez. Es obra de Franco Elías.
En la escena del lado sur se reproduce la figura de una mujer tocada con una corona almenada como alegoría de la monarquía española protectora de las artes y las letras. En su mano izquierda sostiene la trompeta, símbolo de la fama y con la mano derecha impone la corona de laurel a Calderón de la Barca, arrodillado.
Se reconocen personajes fundamentales del Siglo de Oro como Quevedo, el padre Juan de Mariana escribiendo en su libro de historia, Murillo y Juan Martínez Montañés, autor del busto que sirvió de modelo para el rostro del monarca. Fue realizado por José Tomás en 1834.
A la derecha, se encuentran las musas de las artes. La musa de la escultura sostiene un medallón con el rostro de Felipe IV. |
En las caras oriental y occidental se sitúan dos lápidas con inscripciones alusivas a la inauguración del monumento, promovido por la reina Isabel II.
Los 4 pedestales de menor tamaño nacen en diagonal bajo el pedestal principal y sobre cada uno de ellos se sitúa un león de bronce.
En dos de los costados situados en los espacios creados entre los leones se sitúan las figuras alegóricas de los ríos más importantes de Madrid, Manzanares y Jarama.
Bajo cada uno de ellos brota el agua de una máscara sobre dos tazas gallonadas que vierten su agua, aumentando su caudal hasta conformar un estanque semicircular.
En el lado este, situado frente al Teatro Real, el anciano recostado representa al río Manzanares.
En el lado oeste, frente al Palacio Real el anciano representa al río Jarama
Por último en los lados norte y sur se abren unas plataformas con barandillas de hierro, a las que se accede por unas escaleras que permiten al espectador integrarse en el conjunto y disfrutar de la propia escultura y del entorno, desde los bancos de piedra situados en su interior.
Espero que después de leer estas líneas y ver estas fotos, seamos todos capaces de valorar un poco más esta magnífica escultura, y recordemos que tenemos a nuestro alcance una gran obra de arte, en la que pusieron su arte y su genio cinco grandes maestros universales.
Madrid, abril 2018
https://youtu.be/VrYN1MkBDfU