martes, 10 de abril de 2018

La estatua de Felipe IV o de los "cinco genios"


La estatua de Felipe IV o de los "cinco genios"

La estatua de Felipe IV en la Plaza de Oriente de Madrid forma parte del imaginario madrileño desde siempre, como algo muy nuestro, cotidiano, que siempre ha estado aquí. Tal vez por tenerla tan cerca y haberla visto tantas veces, apenas reparamos en ella.





Todo el mundo ha visto la estatua de la plaza de Oriente pero muy poca gente la conoce de verdad.

Puede que sea la escultura más valiosa de Madrid y a la vez la más desconocida.



Sepamos qué tiene de especial la magnífica estatua ecuestre de Felipe IV y por qué ha sido calificada como la estatua de los 5 genios:

 


Lo primero que nos llama la atención cuando entramos en la Plaza de Oriente es la energía y vitalidad que desprende la estatua. El caballo se encuentra literalmente en pleno movimiento, encabritado, alzando sus patas delanteras, en lo que en arte se denomina, en corveta.




El deseo de Felipe IV era mostrar al mundo su poder a través de una estatua de mayor relevancia que la ya existente de su padre, Felipe III, actualmente en la Plaza Mayor, también a caballo. Para ello debería romper moldes y construir un monumento nuevo y diferente, y se decidió que el caballo debería estar en una postura hasta entonces nunca llevada a cabo en escultura: en posición de corveta, con las manos alzadas.

El valido del momento, el conde-duque de Olivares se encargó de “pedir” al gran duque de Toscana que regalase al rey esta estatua y que usase como modelo el cuadro que Rubens había pintado en 1628, durante su estancia en Madrid, en el que aparecía Felipe IV montado a caballo. 

Copia del cuadro de Rubens en la Galería de los Uffizzi de Florencia

Hoy en día existe una copia de este cuadro en la Galería de los Uffizzi en Florencia. Rubens será el primer genio en intervenir en esta obra.

Pietro Tacca, escultor muy reconocido en la época y que también había sido quien finalizó la estatua de Felipe III de la Plaza Mayor, (ya que su maestro Juan de Bolonia - Giambologna había fallecido), fue el responsable de su ejecución y será el segundo genio en intervenir en ella.

Construir un caballo de tal envergadura y en tamaña posición resultaba un complejo problema que excedía el ámbito artístico o escultórico, y recaía en el de las matemáticas y la física. Por ello el escultor italiano, acudió al mayor matemático de su época, el universalmente conocido Galileo Galilei para resolver el problema.

Su intervención no admite lugar a dudas al conservarse documentación escrita sobre sus consejos, medidas y soluciones matemáticas obtenidas para que la estatua pudiera sustentarse en tal posición, con  un peso cercano a las 9 toneladas.

«[...] Necesitaréis más de ocho toneladas de bronce para vuestra obra, ya que la parte trasera ha de ser maciza. La inclinación, ángulos y cálculos para el vaciado os los haré llegar a la mayor brevedad posible. No dudéis que pondré tanto empeño en esta adivinanza como en el más grande de mis proyectos». Texto extraído de una carta de Galileo Galilei en respuesta a la solicitud de colaboración de Pietro Tacca.

Galileo Galilei será el tercer genio de esta compleja escultura.

Pero el genio que realmente dio forma al conjunto escultórico y a quien debemos su existencia tal y como la conocemos es sin duda, Diego Velázquez.

En aquellos años anteriores a 1640 Diego Velázquez no sólo era ya el pintor de cámara, es decir el pintor oficial de la corte, sino que además había sido nombrado alguacil de corte, ayuda de guardarropa de su majestad y superintendente de obras, y por ello fue el encargado de diseñar y supervisar la construcción de la estatua real.

Cuando en 1635 Pietro Tacca, pidió un segundo retrato del rey, Velázquez envió una copia del retrato ecuestre que él mismo estaba realizando en aquellos momentos para el Palacio del Buen Retiro. 

Copia del cuadro de Velázquez, actualmente en el Palacio Pitti de Florencia. El original se encuentra en el Museo del Prado.
Esta pintura parece ser que fue la que estuvo en poder de la hija de Pietro Tacca hasta que pasó a formar parte de la colección del Museo Pitti, de Florencia, donde se puede contemplar en la actualidad. El cuadro original se encuentra en el Museo del Prado y es el que se considera como modelo de la estatua ecuestre.

Se pueden comprobar las similitudes entre la estatua ecuestre y la pintura, fundamentalmente en los detalles del caballo.

Tal vez sea tan sólo una apreciación personal, pero cuanto más observo este preciosa figura en bronce  más aprecio una enorme contraposición: entre el rey y su montura. Mientras que Felipe IV se muestra erguido, rígido y solemne, el caballo desborda energía y movimiento. Parece como si el artista hubiese querido plasmar en una sola escultura tanto el movimiento como la serenidad, la fuerza y la calma, la vitalidad del animal y el sosiego del monarca.





Y el resultado final de esta subjetiva contienda es claramente favorable al equino quien, con su figura igualmente majestuosa, su espléndida cabellera y su deslumbrante musculatura, capta la atención del espectador de principio a fin, dejando en un significativo segundo lugar al monarca.

Un rey que queda eclipsado por el que lo sustenta; curioso símil, en mi opinión, entre el imperio español sobre el que ejercía su poder y frente al que no pudo demostrar nunca suficiente valía ni capacidad.

Cuando el escultor italiano envió un modelo en yeso de su obra a Madrid, no fue del gusto del monarca, ya que el rostro no guardaba suficiente parecido con Felipe IV. Hay que entender que el cuadro enviado por Velázquez y el anterior de Rubens, sólo mostraban al rey de perfil, con la cabeza cubierta y además Pietro Tacca no le conocía personalmente.

En este momento entra en escena el quinto y último genio Juan Martínez Montañés, un increíble escultor calificado como el “Lisipo andaluz”, cuya maestría en tallar la madera y dar vida a sus figuras le habían convertido en un auténtico “dios de la madera”, como se le conocía en Sevilla. 

Fue el encargado de tallar en barro un busto de Felipe IV para enviarlo a Florencia, al taller de Pietro Tacca.

 Juan Martínez Montañés "el dios de la madera", retratado precisamente en el momento de tallar el busto de Felipe IV, que debía enviarse al taller de Tacca en Florencia.


Finalmente la obra fue concluida y enviada a Madrid, obteniendo la total aprobación del rey e instalándose en los jardines del Buen Retiro.





Las idas y venidas de la estatua:

Muchas esculturas han cambiado de emplazamiento a  lo largo de los años pero la historia de vaivenes de ésta en particular, es bastante singular.

Su llegada a Madrid ya fue toda una peripecia, el traslado e instalación debía estar supervisado por Ferdinando Tacca, hijo de Pietro Tacca, también escultor, por si se producía algún desperfecto y había que reparar la obra. Su padre, de avanzada edad no se encontraba en situación de hacer un viaje tan largo, de hecho falleció el mismo año de la conclusión de la obra, en 1640.

Los problemas económicos de las arcas de la corona se sumaron a las incidencias del traslado y apenas se pudieron pagar los gastos de transporte.

La Casa Real al carecer de liquidez, tuvo que poner a la venta la producción total de las frutas y verduras de las huertas del Buen Retiro y destinar lo obtenido, al pago de los atrasos en los emolumentos debidos a los Tacca.

Inicialmente la estatua se instaló en los jardines del Palacio del Buen Retiro, en concreto en el Jardín de la Reina, sobre un sencillo pedestal, puesto que no había dinero para otra cosa, y allí permaneció hasta 1675.
 

En este año, la reina regente Mariana de Austria decidió colocar la estatua sobre la puerta principal del antiguo Alcázar de los Austrias. Pero su nueva ubicación duró poco, sólo dos años.

En 1677, siendo primer ministro don Juan José de Austria decidió retirar la estatua ecuestre de lo alto del Alcázar y devolverla a los jardines del Buen Retiro de nuevo.

La situación de penuria económica y descontento de la población, debida fundamentalmente a que el nuevo gobierno del hijo bastardo de Felipe IV, no había cambiado en nada la pobreza generalizada, crearon una fuerte oposición popular contra Juan José de Austria.

La población protestó, haciendo circular pasquines por todo Madrid en contra del Juan José de Austria. Multitud de coplillas hacían referencia a la estatua y al denostado primer ministro:

“¿A qué vino el señor don Juan?
A bajar el caballo y a subir el pan.
Pan y carne, a quince y a once
Como fue el año pasado.
Con que nada se ha bajado
Sino el caballo de bronce”

La estatua permaneció en el "jardín de la Reina" del Palacio del Buen Retiro hasta 1834, cuando fue trasladada a su ubicación actual en la Plaza de Oriente frente al Palacio Real.




La invasión napoleónica provocó el expolio y la ruina del Palacio el Buen Retiro. La posterior ocupación de las tropas inglesas continuó con la destrucción de lo poco que se había salvado y se procedió incluso a la voladura de lo que no "interesaba", por ejemplo la fábrica de La China, que casualmente competía en calidad con las porcelanas inglesas.

El lamentable resultado es ya conocido, sólo se salvaron el Salón de Reinos y el Casón del Buen Retiro. La estatua pareció no interesar a nadie y permaneció entre las ruinas del Jardín de la Reina.

Los Jardines de la Reina en el Palacio del Buen Retiro llegaron a identificarse tanto con la estatua de Felipe IV que eran conocidos como "Los jardines de la estatua de bronce".

Detalles de la estatua:

La figura del monarca aparece descubierta, sin el chambergo del cuadro de Velázquez, permitiendo contemplar el rostro del "rey planeta" en plena madurez. Su gesto y su mirada al frente son idénticas a la pintura del gran maestro barroco.

Está vestido con media armadura tallada primorosamente. De sus vestiduras destaca de manera especial la banda que ondea al viento, sus fantásticos pliegues, y sobre todo el calado de sus extremos, exquisita filigrana que transforma la textura del bronce en suave y ligero tejido. Todo ello acentúa la sensación de movimiento y de realismo.

La exquisita filigrana de la banda hace del bronce un auténtico y ligero tejido, ondeando suavemente al viento

Con su espada al cinto, en la mano derecha lleva el bastón de general y con la izquierda sujeta las riendas del caballo de raza española.



La mirada enérgica y vital del caballo, sus largas y rizadas crines y la postura a galope como queriendo saltar sobre el espectador, son muy similares al cuadro de Velázquez. 

El realismo en la anatomía del animal deja percibir perfectamente los músculos en tensión e incluso las venas hinchadas por el esfuerzo del galope.





El pedestal de la Estatua también es una obra de arte:




La estatua se apoya sobre un elevado pedestal central rectangular haciendo que sobresalga sobre todo el conjunto de la plaza y los jardines. Se encuentra en el centro de la Plaza de Oriente, con el Palacio Real a su espalda y mirando de frente al Teatro Real.




En los laterales del pedestal central hay dos bajorrelieves en mármol de Macael con representaciones alegóricas. 

El bajorrelieve de lado norte muestra al monarca imponiendo la cruz de Santiago a Diego Velázquez. Es obra de Franco Elías.





En la escena del lado sur se reproduce la figura de una mujer tocada con una corona almenada como alegoría de la monarquía española protectora de las artes y las letras. En su mano izquierda sostiene la trompeta, símbolo de la fama y con la mano derecha impone la corona de laurel a Calderón de la Barca, arrodillado. 

Se reconocen personajes fundamentales del Siglo de Oro como Quevedo, el padre Juan de Mariana escribiendo en su libro de historia, Murillo y Juan Martínez Montañés, autor del busto que sirvió de modelo para el rostro del monarca. Fue realizado por José Tomás en 1834.

A la derecha, se encuentran las musas de las artes. La musa de la escultura sostiene un medallón con el rostro de Felipe IV.

En las caras oriental y occidental se sitúan dos lápidas con inscripciones alusivas a la inauguración del monumento, promovido por la reina Isabel II.

Los 4 pedestales de menor tamaño nacen en diagonal bajo el pedestal principal y sobre cada uno de ellos se sitúa un león de bronce.



En dos de los costados situados en los espacios creados entre los leones se sitúan las figuras alegóricas de los ríos más importantes de Madrid, Manzanares y Jarama.

Bajo cada uno de ellos brota el agua de una máscara sobre dos tazas gallonadas que vierten su agua, aumentando su caudal hasta conformar un estanque semicircular.



En el lado este, situado frente al Teatro Real, el anciano recostado representa al río Manzanares.





En el lado oeste, frente al Palacio Real el anciano representa al río Jarama




Por último en los lados norte y sur se abren unas plataformas con barandillas de hierro, a las que se accede por unas escaleras que permiten al espectador integrarse en el conjunto y disfrutar de la propia escultura y del entorno, desde los bancos de piedra situados en su interior.

Espero que después de leer estas líneas y ver estas fotos, seamos todos capaces de valorar un poco más esta magnífica escultura,  y recordemos que tenemos a nuestro alcance una gran obra de arte, en la que pusieron su arte y su genio cinco grandes maestros universales.

                                                                                                                          Madrid, abril 2018



https://youtu.be/VrYN1MkBDfU





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