jueves, 11 de junio de 2020

La momia de la hija del doctor Velasco: la verdadera historia frente a la leyenda



El doctor Velasco, fundador del actual Museo de Antropología, debería haber pasado a la historia por su gran trayectoria profesional, por ser el eminente médico que inició los estudios modernos de anatomía y antropología en España, por ser el fundador de revistas médicas especializadas y asociaciones científicas, por ser el cirujano que revolucionó la medicina con sus clases prácticas de anatomía, entre otros muchos motivos más.

Sin embargo su nombre va unido indefectiblemente a la historia de la momia de su hija, que ha trascendido sin remedio al imaginario popular y que constituye sin duda una de las leyendas más curiosas del Madrid de finales del siglo XIX.

Retrato de Pedro González de Velasco en el Museo Antropológico

Corría el año 1875 cuando los periódicos de la época, dieron a conocer la increíble historia. La sociedad entera madrileña no daba crédito a la noticia que se extendía como la pólvora por Madrid ¿Cómo era posible que uno de los médicos más eminentes de su época, reconocido no sólo en España sino en todo el mundo, estuviera conviviendo en su propia casa con la momia de su hija fallecida a los 15 años?

Cuando saltó la noticia a la prensa, el doctor Velasco no pudo defenderse, no podía negar la realidad: tenía depositada la momia de su hija en su domicilio particular, ubicado en el Museo de Anatomía que él mismo había fundado poco antes.

El edificio actual del Museo Antropológico apenas ha cambiado desde que fue fundado por el doctor Velasco en 1875

Los madrileños pasaron de la incredulidad al asombro y finalmente a la exageración. Muchos eran los que creían ver el cuerpo momificado de la joven a través delas ventanillas del landó de su padre cada vez que salía del museo. 

Por todas partes surgieron personas que atestiguaban haber visto cómo el afligido padre sentaba a la mesa la desfigurada momia y la hablaba como si estuviera aún viva. 

Algunos afirmaban que el doctor Velasco la peinaba y la cambiaba de vestido.

Otros aseguraban que cuando se les veía pasear por el Retiro, Conchita llevaba puesto el traje de novia que nunca pudo estrenar.

¿Qué había de cierto en todas aquellas noticias? Sorprendentemente la mayor parte de las increíbles historias que se contaban de la momia del doctor Velasco eran ciertas. 

Otras sin embargo, fueron producto de la inventiva de los madrileños, alimentada por el siempre morboso interés periodístico de diarios y revistas, que encontraron un auténtico filón en esta historia, tan asombrosa como trágica. 

Para dilucidar el alcance de las habladurías y exageraciones y desentrañar la verdadera historia que rodea al doctor Velasco y a su hija, he acudido a los testimonios que considero más fiables, entre ellos el del premio Nobel Jacinto Benavente, quien siendo niño conoció de primera mano los hechos de boca de su propio padre. El doctor Benavente fue, además de amigo personal del doctor Velasco, el médico que atendió a su hija durante la enfermedad que la llevó a la muerte.

De entre las crónicas de la época me basaré en la versión de don Mariano de Cavia y por supuesto, en la biografía escrita por el doctor Pulido. Se trata de una biografía imprescindible puesto que el doctor Pulido, le acompañó durante casi toda su vida y fue testigo directo de todos los acontecimientos.

La biografía del doctor Velasco nos puede ayudar a comprender cómo fue posible que se produjese la momificación de su hija:

Pedro González de Velasco nació en 1815 en un pequeño pueblo de Segovia en una familia sin recursos. Al quedar viuda su madre con 6 hijos pequeños, tuvo que subsistir como porquero y voceador hasta que fue enviado al seminario para que al menos pudieran alimentarle. Allí descubrió su enorme facilidad para los estudios y su vocación por la medicina. 

Tras la exclaustración de las comunidades religiosas por la desamortización, estuvo en el ejército hasta que llegó a Madrid sin medio alguno para vivir. Tuvo que trabajar como criado y en cuanto pudo reunir algo de dinero, se matriculó en los estudios de cirujano, que en aquella época estaban separados de los de medicina.

Su vida a partir de entonces se dedicó prácticamente en exclusiva a los estudios y a la investigación, siempre enfocada a la anatomía, a la creación de moldes anatómicos para la docencia. Emprendió la tarea, hasta entonces casi inédita, de diseccionar cadáveres para que los estudiantes pudieran estudiar de una manera práctica y no siempre teórica.

Hizo la carrera de medicina, obtuvo el doctorado y comenzó a destacar por su habilidad como cirujano y por las clases prácticas que daba en su propio domicilio.

Cartel anunciando los famosos "Repasos" que impartía el doctor en su domicilio. Fueron muy reconocidos en la época y acudían numerosos estudiantes

Cambió de domicilio en varias ocasiones, siempre alrededor del Hospital Clínico de San Carlos de Atocha, actual Museo Reina Sofía, hasta que al fundarse el Museo de Anatomía, se destinó una parte del mismo a su vivienda particular.

En 1857, ya es un reconocido cirujano a nivel nacional y el ministro de fomento Claudio Moyano, que conocía y admiraba los trabajos de Velasco, le nombra director de los museos anatómicos.

Es en esta época, en 1864 cuando se produce la terrible tragedia que cambiará su vida, muere su hija de 15 años de edad, víctima de unas fiebres tifoideas.




Es necesario conocer los acontecimientos que produjeron la muerte de Conchita para comprender lo que sucedió posteriormente.

En aquella época no era raro que se contrajeran las fiebres tifoideas. En muchas ocasiones se curaban espontáneamente sin necesidad de aplicar tratamiento alguno. El pediatra de Conchita era su amigo y reconocido médico el doctor Benavente, padre del futuro premio Nobel Jacinto Benavente. Aplicó en la niña el tratamiento que consideraba mejor que era el de dejar que la enfermedad fuera desapareciendo poco a poco por sí misma.

Pero el doctor Velasco discrepaba ante lo que consideraba una falta de tratamiento y decidió actuar por su cuenta, dando a la niña un medicamento que provocara una crisis para que se curara más rápidamente. 

Jacinto Benavente recuerda en sus memorias las palabras de su padre tras visitar el hogar de la familia González de Velasco:

El doctor Velasco una mañana, impaciente, vuelve a interrogar a Benavente acerca de las medidas que pensaba tomar ante la lenta y desesperante evolución de la enfermedad en su hija. 
Benavente insiste en dejar a la enfermedad seguir su curso natural como actitud más acertada. 
Velasco no está convencido, se queja –no quiero más médicos del agua– y desoyendo la enérgicas protestas de Benavente le comunica su decisión: mira, yo voy a probar si, dándole un vomitivo, hace crisis la enfermedad. 
Benavente se desahoga al llegar a su casa: ¡ese Velasco, ese Velasco! … va a matar a su hija. Si es otro le pego, le mato. Pero es su padre, es su padre.


El resultado fue el contrario al esperado y la niña sufrió unas hemorragias intestinales que no pudo superar.

Pedro González de Velasco atormentado por el sentimiento de culpa, decide embalsamar personalmente el cuerpo de su hija. Una  idea ronda por su mente, pero carece de un lugar adecuado donde llevarla a cabo.

Finalmente el cuerpo embalsamado es enterrado en un nicho familiar en la Sacramental de San Isidro.

Carta manuscrita del doctor Velasco

La vida sigue y el doctor continúa con sus trabajos y sus cursos, volcado por completo en su vida profesional. Mientras tanto en su interior va creciendo día a día un sentimiento insoportable de remordimiento al considerarse el culpable directo de la muerte de su adorada hija.

En el año 1868, con la llegada del Sexenio Revolucionario y gracias tanto a sus ideas liberales como a su prestigio, es nombrado catedrático de Anatomía Quirúrgica.




En 1874 pone en práctica sus ideas para la renovación de la enseñanza de la medicina y crea la Escuela Práctica de Medicina y Cirugía junto con otros renombrados médicos, entre ellos el doctor Federico Rubio.

Busto de Pedro González de Velasco en el Museo de Antropología

Su gran éxito profesional no evita que desaparezca el drama interno que está sufriendo desde la muerte de su hija. Nada hace presagiar que ese dolor no superado, convertido ya en una auténtica y creciente obsesión, vaya a desembocar en un desenlace tan inesperado. 

En este año de 1874 se produce un cambio drástico en la situación política de España. La etapa liberal llega a su fin y se instaura un régimen conservador con el retorno de Alfonso XII.

Muchos de los que habían puesto en marcha proyectos liberales durante el llamado Sexenio Liberal, empezaron a verse relegados y el doctor Velasco fue uno de ellos. 

En muy pocos de los textos que he tenido oportunidad de leer sobre el doctor Velasco se hace demasiado hincapié en este aspecto, pero en mi opinión, el resentimiento y las envidias provocados por el gran éxito profesional alcanzado del doctor Velasco tienen mucho que ver con la campaña de desprestigio que se formó contra él y que encontró una ayuda inestimable al conocerse la historia de la momia de su hija.

El año 1875 sin embargo, empezó muy bien, Pedro González de Velasco vio cumplido uno de sus mayores sueños: la inauguración de un auténtico Museo de Anatomía.

Se trataba de un magnífico edificio en el que había invertido toda su fortuna, que había encargado a su amigo el Marqués de Cubas. Con este gran proyecto vería culminada su carrera profesional. En el museo se ubicaría además de su domicilio, la Escuela Práctica para continuar con sus afamadas clases de disección y anatomía.

El Museo de Anatomía se encuentra entre el Paseo Infanta Isabel y la calle Alfonso XII, junto a la Plaza de Atocha 

El doctor Velasco seguía viviendo volcado en su trabajo y aparentemente su única preocupación era encontrar cadáveres suficientes con los que seguir aprendiendo y estudiando. 

A la inauguración del museo acudió Alfonso XII y los más altos representantes del país. Fue muy comentada la respuesta que dio al mismísimo monarca cuando éste le preguntó si tenía algún deseo que plantear y el doctor Velasco respondió sin dudar: ¡Que me concedan cadáveres para enseñar a los vivos!



Aquel niño que no tenía para comer y que con 12 años tuvo que ir a un seminario porque su madre no le podía mantener, había visto cumplidos todos sus sueños a nivel profesional.

Sin embargo a nivel personal el dolor por la desaparición de su adorada hija, no sólo no se había mitigado después de más de 11 años, sino que el remordimiento por creerse culpable de su muerte, le atormentaba hasta el punto de necesitar obsesivamente compensar de algún modo tan terrible pérdida.

¿Cómo podía compensar la muerte de la niña?

Si pensamos en un médico acostumbrado a vivir rodeado de cadáveres, especialista en embalsamamiento, en disección y en cirugía anatómica, podremos entender más fácilmente a este padre atormentado. 

En cuanto se vio instalado en su nuevo hogar, decidió llevar a cabo la idea que hervía en su mente desde hacía 11 años: Recuperar a su adorada hija.

Sin dudar ni un momento preparó un lugar para depositar el cuerpo embalsamado de su hija. La capilla del museo era el sitio perfecto.

En la mente distorsionada de Velasco no resultaba extraño que en un museo en el que había animales disecados y momificados, hubiese también un espacio, perfectamente habilitado y con todas las medidas de conservación necesarias, para que reposase su propia hija.

Retrato de doña Engracia Pérez,esposa del doctor Velasco y madre de Conchita. Museo de Antropología


Su esposa no estaba de acuerdo. Había tenido que aceptar el embalsamamiento inicial de su hija, pero no aceptaba aquello que consideraba antinatural. Sin embargo tuvo que ceder y tuvo que ver cómo su marido traía a su hogar el cadáver de su hija.

Haciendo uso de las palabras del popular cronista Mariano de Cavia: en aquel momento dio comienzo... un capítulo terrible de una historia de amor, dolor y desvarío.

El traslado del cadáver de Conchita desde el cementerio al museo se realizó con todas las autorizaciones necesarias. Pedro González de Velasco, acompañado del doctor Pulido acudió al nicho familiar para recuperar por fin a su hija. 

Podemos imaginar la estremecedora escena que se vivió en el momento de descubrir el ataúd de Conchita. Me limito a transcribir las palabras de su amigo y biógrafo el doctor Pulido, presente en aquel momento:

Muy pálido, muy silencioso y, al parecer, muy sereno, procedió el Dr. Velasco al acto de abrir las dos cajas, apareciendo en el interior los restos de su hija vestidos con el hábito de la Concepción. ¡Podía estar orgulloso de su embalsamamiento, porque la ciencia había vencido las leyes de la descomposición, y el cuerpo aparecía exactamente igual como fuera enterrado once años antes!

Sacudiéndose de aquella contemplación procedió a palpar el cadáver; cogió sus miembros, los dobló comprobando su elasticidad, y exclamó con acento extraño: ¡Todavía están flexibles! ¡Podría sentarse! 

A partir de este momento haré mención únicamente de los hechos contrastados que muestran los acontecimientos reales que se sucedieron en casa de la familia Velasco, un hogar que volvía a estar completo tras el "regreso" de Conchita.

Durante varios meses Pedro González de Velasco dejó el cuerpo desecarse para que se produjese la momificación.



Posteriormente dispuso que una modista confeccionase un traje de raso blanco, guantes y zapatos a juego y colocó en sus muñecas pulseras y abalorios, cubrió su cabeza con una peluca y manchó su rostro con colorete.

El cuerpo permaneció en una urna de cristal, en la capilla del museo, durante muchos meses, hasta que, más sereno, Velasco tomó la decisión de que "se limpiasen todas aquellas sacrílegas pinturas que embadurnaban el seco rostro de la momia, se le quitasen sus ricos vestidos y aderezos, y se cubriesen los venerables despojos con otro hábito de la Concepción parecido al que primeramente vistió".

Jacinto Benavente explica cómo siendo niño había escuchado decir a su padre la rutina diaria del doctor Velasco: Todas las mañanas su primera visita al despertarse era para su hija: descubría la urna, se sentaba junto a ella y hablaba, hablaba él solo con su hija largo rato…

No era de extrañar que tan insólito comportamiento trascendiera del ambiente familiar y llegara a la prensa. A partir de este momento, la historia se enriquece con aportaciones de todo tipo sin que ninguna de ellas pueda ser verificada.

No existe prueba alguna de que el doctor Velasco sacara a pasear la momia de su hija en su landó, vestida de novia.




Tampoco es creíble que la sentara a comer en la mesa porque, desde el primer momento, su esposa estuvo en contra de que se conservara la momia de Conchita. Por mucho que tuviera que convivir con la obsesión de su marido, nunca habría consentido llegar a tal extremo.

Cuando falleció el doctor Velasco en 1882 manifestó expresamente su deseo de que permanecieran sus restos junto con los de su hija en el museo. Sin embargo su esposa trasladó el cadáver de Conchita al cementerio depositándolos de una manera ya definitiva en el lugar del que nunca debieron haber salido.

A su vez, el cuerpo embalsamado de Velasco, permaneció ya solo en el museo, hasta el año 1943 en que fueron trasladados a la Sacramental de San Isidro, en principio a un nicho provisional y finalmente en 1965 es definitivamente trasladado al nicho familiar.



Actualmente en este panteón, en el patio la Concepción del cementerio, descansan los restos de Velasco, de su hija Concepción y de su mujer Engracia.







Existe una segunda "leyenda" sobre la momia de la hija del doctor Velasco que aunque ha sido reiteradamente negada y explicada mediante todo tipo de pruebas, sigue haciendo las delicias de los estudiantes de medicina de la Universidad Complutense de Madrid, a quienes les encanta pensar que en el museo anatómico de la facultad se encuentra la auténtica momia de Conchita González de Velasco.

Fotografía: "La momia de la hija del doctor Velasco: Disección de una leyenda", Revista de la Escuela de Medicina Legal de la UCM, febrero de 2010.

Cuando falleció el doctor Velasco había perdido casi toda su fortuna y su viuda tuvo que vender el museo al estado español. Sus colecciones se repartieron entre diversos museos y algunas de las momias llegaron al museo de la facultad de medicina. 

En la actualidad la momia forma parte de la colección del museo del Departamento de Anatomía y Embriología Humana II de la Universidad Complutense de Madrid.

¿Cómo empezó la leyenda que afirmaba que la momia era la auténtica Conchita González de Velasco?

El doctor Muñoz Sedeño, profesor de la facultad,

había sido novio de Conchita en su juventud y cuando llegaron las colecciones procedentes del museo de Anatomía decían que se le veía pasar largos ratos junto a esta momia.

Los alumnos relacionaron rápidamente la historia de la momia de la hija del doctor Velasco con las inusuales visitas del antiguo novio al museo.

Cuando se trasladó la facultad de medicina a la actual ciudad universitaria alguien escribió a mano un cartel identificando el cuerpo momificado con la protagonista de la famosa leyenda. 

La segunda leyenda había nacido y fue más que suficiente para que llegara hasta nuestros días.

Fotografía: "La momia de la hija del doctor Velasco: Disección de una leyenda", Revista de la Escuela de Medicina Legal de la UCM, febrero de 2010

La momia que se encuentra situada en una urna de cristal, es en realidad el cuerpo de una niña de 13 años llamada Carmen Tarín, que quedó momificado como consecuencia de un enterramiento defectuoso y que fue enviado al doctor para su estudio.

La historia de la hija del doctor Velasco reviste tantos trazos de veracidad ha sido objeto de interés desde el primer momento. 

Se han escrito varias novelas sobre ella entre las que destacamos las siguientes:

La llave y otras narraciones, de Ramón J. Sender

La niña, de Luis Ángel Sánchez Gómez

El hombre que compraba gigantes, de Luis Folgado de Torres


Cuando volvamos a pasear por los alrededores de Atocha y pasemos por delante del Museo de Antropología, podremos recordar la gran figura del doctor Velasco, cuya vida, como la de tantos personajes que dejan huella en nuestra historia, tuvo muchas luces y también algunas sombras.



                                      Madrid, junio de 2020



Bibliografía:

- "La momia de la hija del doctor Velasco: Disección de una leyenda", Revista de la Escuela de Medicina Legal de la UCM, febrero de 2010.

- "El Museo antropológico del doctor Velasco: Anatomía de una obsesión", de L. A. Sánchez Gómez. Anales del Museo Nacional de Antropología, 2014.

- "Recuerdos y olvidos", de Jacinto Benavente

- "El doctor Velasco", de Ángel Pulido Fernández



























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