lunes, 28 de mayo de 2018

Auschwitz-Birkenau. Cuando el mal se adueña de nuestra humanidad

La exposición "Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos" en Madrid, en el Centro de Exposiciones Arte Canal de Madrid, es una oportunidad única para poder comprender lo que allí ocurrió. Por ello animo a todos los que no hayan podido ir, a dedicar un par de horas a visitarla.

Hace varios años tuve la oportunidad de visitar personalmente los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau y redacté un pequeño artículo que  precisamente se centraba en la importancia de realizar esta visita.

A continuación transcribo parte de dicha entrada esperando que pueda resultar de interés para quien aún no haya podido visitar la exposición de Madrid.

"Después de haber estado en Auschwitz me gustaría recomendar encarecidamente esta visita a todos, sin importar ni la raza, ni la religión, ni la nacionalidad, hasta el punto de que considero que acudir a este lugar una vez en la vida, más que una simple recomendación debería ser una obligación.

Estamos muy confundidos si creemos que aquello se encuentra muy lejos en el espacio y en el tiempo. 

El significado de Auschwitz ha trascendido hasta el punto de representar una realidad imperecedera que debe influirnos, que debemos tener presente, y que todos sin excepción estamos obligados a conocer para no volver a repetir. 

Debo confesar que yo dudaba y, pensaba, como tantos otros, que era mejor no ir a un sitio tan desagradable y tan triste porque podía herir nuestra sensibilidad y estropear nuestras vacaciones. Hubiese sido un gran error por mi parte.


Entrada al campo principal Auschwitz I, con el cartel "El trabajo os hará libres"
El increíble acierto de este museo es el tremendo respeto que se desprende de cada panel informativo, de cada fotografía meticulosamente seleccionada, de cada documento, de cada objeto expuesto. 


Calles del campo de Auschwitz que empezó siendo un campo de trabajo. Actualmente cada edificio comprende una exposición explicativa del contexto histórico y del genocidio que allí se produjo
Porque en estos dos campos de concentración, Auschwitz y Birkenau, que en la actualidad son un museo, se descubre la vida, el día a día de los que tuvieron la desgracia de pasar por allí.

Se muestran sus caras, sus trabajos, sus ropas, sus zapatos, sus maletas y también su sufrimiento. 



Los nazis destruyeron todo lo que pudieron antes de que los soviéticos liberaran el campo. En el actual museo ni siquiera se han reconstruido las cámaras de gas, salvo una pequeña, meramente testimonial, para comprender lo que ocurrió.  En Birkenau no queda en pie ni un crematorio y tan solo se han reconstruido unos pocos barracones.


Uno de los paneles explicativos del museo
Se consigue que el visitante conozca a las personas, no sólo las cifras abrumadoras de centenares de miles de hombres y mujeres vilmente asesinados. 




Un dato se puede olvidar, una mirada en cambio, se queda grabada en tu interior y explica, a quien quiera escuchar, la verdad de lo que ella vio y vivió.




Nadie, por muy insensible que sea, es capaz de salir de este lugar sin compartir en su interior un poco al menos, de lo que experimentaban las personas que tuvieron la desgracia de pasar por allí.

Y ese es el poder de este museo. Aquí se experimenta una sensación tan real y tan terrible a la vez que impacta y sobrecoge a todos sin excepción.


Puerta de Auschwitz II - Birkenau, conocida como "La puerta de la muerte". 
El campo se construyó en 1941 como campo de exterminio para llevar a cabo la "solución final". En él los trenes llegaban directamente a las cámaras de gas.

El sentimiento de Auschwitz y de Birkenau se conserva intacto en cada rincón, se respira en el aire y se impregna en nuestra piel haciéndonos comprender aunque sea mínimamente, lo que sucedió tras sus alambradas electrificadas.


Alambrada electrificada rodeando el campo de Birkenau. Sorprende su gran extensión. Llegó a albergar a más de 100.000 prisioneros a la vez, todos ellos a la espera de su exterminio. Sólo en este campo fueron asesinadas más de un millón de personas.

En mi visita he conocido a hombres, mujeres y niños vivos, con el dolor reflejado en sus rostros; he visto sus cuerpos desnutridos y famélicos, espectros andantes intentando mantener la dignidad. 

He puesto cara y nombre a jóvenes llenos de vida, que con toda seguridad tenían las mismas ilusiones que podríamos haber tenido nosotros si nos hubiese tocado vivir en aquella misma época.

Cuando se camina por los mismos pasillos que ellos, cuando se entra en los chamizos en los que dormían, sin luz, sin agua, sin calefacción, apilados en catres en los que no había espacio ni para darse la vuelta, cuando se ven sus letrinas y los barracones en los que los dementes pseudocientíficos experimentaban con ellos, entonces, y sólo entonces se empieza comprender lo que es un campo de exterminio.




Interior de uno de los barracones. En cada hueco llegaban a dormir apiñadas hasta 10 personas sin espacio para poder darse la vuelta

Casualmente el día de nuestra visita coincidimos con un grupo de estudiantes hebreos que, envueltos en sus banderas israelíes, escuchaban las explicaciones de su profesor. Uno a uno fueron depositando piedras sobre los raíles de la fatídica vía de tren que llevaba a las cámaras de gas.



Sólo se ha conservado un vagón igual a los utilizados por los nazis para el transporte de los judíos. En la misma plataforma de descarga se hacía la selección y los elegidos iban directamente a las cámaras de gas.

No creo equivocarme al expresar en estas líneas que todos los que formábamos parte de nuestro grupo, nos sentimos sobrecogidos al pensar que probablemente, más de uno de aquellos jóvenes había perdido a algún familiar en este mismo lugar.


Sorprende el tamaño tan grande del campo de Birkenau. Resulta imposible abarcar en una sola mirada la extensión total de la alambrada electrificada y sólo de aprecia su longitud con la referencia de as torres de vigilancia que se pierden en la distancia.

Es difícil explicar lo que se siente en Birkenau. Por un momento y tan sólo durante unos minutos, rozamos el sentimiento de dolor de las víctimas de aquel terrible genocidio. 

Nos parece una experiencia dura y sin embargo no llega a ser ni una milésima parte de lo que cualquiera de aquellas personas tuvo  que soportar día tras día. 


Al ser liberado el campo se encontraron toneladas de zapatos de los deportados al campo, pendientes de su envío a Alemania para su reutilización

Todos intentamos no ver nuestro reflejo en ese joven que se encuentra frente a ti mirándote con sus profundos y tristes ojos a través del cristal de una fotografía en blanco y negro, en una ficha perfectamente identificada, que muestra siempre la misma expresión… resignación.


Hasta 1943 la mayor parte de los prisioneros fueron fotografiados, meticulosamente registrados y marcados con números identificativos


Por eso ahora, transcurridos más de 70 años del final de la guerra más espantosa que haya vivido nunca Europa, debemos utilizar el ejemplo de todos los hombres y mujeres que sufrieron de un modo tan inexplicable en aquel lugar, para alejarnos de esa  resignación disfrazada de modernidad que inconscientemente nos domina mucho más de lo que queremos reconocer.

Ahora somos nosotros los que nos resignamos a aceptar lo que ocurrió. Nos conformamos con lamentarlo y condenarlo, cuando  lo que debería provocar en todos nosotros, es precisamente todo lo contrario.
Reconstrucción del horno crematorio, destinado a incinerar los cadáveres
   
Nuestra sociedad nos cuida... supuestamente. Nos permite alejarnos de lo que no nos gusta, de lo que nos ofende y de lo que es desagradable. Pero este terrible error nos está convirtiendo en seres insensibles y sobre todo, lo que es mucho peor, en personas incapaces de enfrentarnos a la realidad de nuestro mundo.

La historia nos sirve para aprender a no repetir los mismos errores y sin embargo estamos ocultando el pasado y suavizando los horrores de la humanidad.


Placa conmemorativa escrita en sefardí o judeoespañol. 
Se calcula que unos 1.200 españoles pudieron morir en este campo y un número indeterminado de judíos sefardíes.


Por eso, es nuestra obligación venir aquí, aprender lo que hemos sido capaces de hacer, asumir el grado de maldad al que puede llegar la naturaleza humana y, siendo conscientes de nuestros defectos y de nuestras debilidades, tomar todas las medidas necesarias para que no se vuelva a repetir nunca más.

Por eso, hay que empezar corrigiendo el primero de los eslabones que inician la gran cadena de errores de la humanidad, y fundamentalmente de nuestros tiempos, que es el de alejarse de la realidad de nuestro pasado. 

Por eso, es fundamental conocer, visitar y caminar por las calles de Auschwitz y de Birkenau para dar testimonio de lo que nuestra naturaleza humana es capaz de hacer.

No podemos resignarnos a dejar en el olvido un capítulo de nuestra historia tan terrible como éste."                                                      
  

                                        Madrid, Mayo de 2018 

miércoles, 23 de mayo de 2018

El Palacio de Bermejillo, el "museo" privado más importante del Madrid de principios del siglo XX


El Palacio de los Marqueses de Bermejillo, sede del Defensor del Pueblo


El Palacio de Bermejillo no es un palacio más, es un palacio cargado de historia, que desde su construcción se convirtió en un referente del arte nacional y extranjero.


Palacio de Bermejillo, actual sede del Defensor del Pueblo, entre la calle Fortuny y Eduardo Dato en Madrid

Su rasgo más característico que le diferencia del resto de los palacios madrileños, es el hecho de que sus muros albergaron algunas de las colecciones de arte privadas más importantes de la España del siglo XX. 

Tanto sus primeros dueños, los marqueses de Bermejillo del Rey como su segunda propietaria, doña María Bauzá y Rodríguez adaptaron y transformaron el ya de por sí magnífico palacio, de solemne y cuidada arquitectura, en un refugio para todo tipo de obras de arte, que iba desde pintura, escultura, cerámica, tapices, hasta libros antiguos.

Sin embargo, la pasión artística y el afán coleccionista de sus propietarios no pudieron superar los avatares del tiempo, las penurias económicas y las siempre lamentables divisiones hereditarias, y en los años sesenta estuvo a punto de desaparecer.

Finalmente el estado español lo adquirió en 1963, encargándose de su rehabilitación y adecuación a diferentes fines públicos, siendo hoy en día, desde 1983, la magnífica sede del Defensor del Pueblo.


Entrada de la calle Fortuny, de acceso a la sede del Defensor del Pueblo

Contemplar el edificio supone no sólo un esfuerzo visual, al hallarse medio oculto por el paso elevado de la calle Eduardo Dato, sino también un ejercicio de imaginación, ya que el entorno actual en nada se parece al palaciego y ostentoso barrio de Almagro en el que fue erigido, en el año 1916.


El Palacio de Osma, 1893, de estilo neomudéjar, con capilla neogótica (1916), se sitúa justo enfrente de la sede del Defensor del Pueblo. Es otro de los escasos ejemplos de palacio historicista que aún se puede contemplar en el barrio de Almagro.

Toda aproximación a este palacio, a su entorno, a su historia y por supuesto a su arquitectura y su arte debe comenzar con el recuerdo a la labor que don Javier Bermejillo y su esposa doña Julia Schmidtlein, primeros marqueses de Bermejillo, hicieron en el palacio del Paseo del Cisne 31.

Los primeros marqueses de Bermejillo lo convirtieron en un referente para las recepciones de la alta sociedad a lo largo del primer cuarto del siglo XX. Fiestas, reuniones, y celebraciones a las que acudía con regularidad el propio monarca Alfonso XIII, gran amigo del marqués.

Y dicha aproximación debe proseguir con el reconocimiento a su segunda dueña,  doña María Bauzá, quien desde 1932, habiendo ya enviudado de su esposo Ramón Rodríguez, logró aumentar la fama del palacio al albergar su impresionante colección de obras de arte, que le valieron el merecido calificativo de Casa-Museo de María Bauzá.

Actualmente, apenas queda nada de su valiosísimo contenido artístico. Permanece eso sí, su magnífica arquitectura, su precioso patio neoplateresco, sus cerámicas, sus puertas y algunas antigüedades que no pudieron ser trasladadas o vendidas por sus últimos dueños.



Espero que tras la lectura de este artículo seamos capaces de comprender lo que significó para Madrid, y por extensión para toda la España de la época, la categoría, el mecenazgo y la talla artística de las dos familias que convirtieron el Palacio de Bermejillo en una referencia cultural en Madrid desde 1917 hasta 1960.

Desde el paso elevado se puede apreciar el coqueto jardín del palacio

Los marqueses de Bermejillo del Rey:

Don Javier y doña Julia se habían conocido en México, allí contrajeron matrimonio y poco después, en 1910, se trasladaron a Madrid.

Grandes amantes del arte, desde un primer momento quisieron hacer realidad su sueño de poseer un palacio en el que poder instalar las obras que habían ido adquiriendo y que deseaban ir aumentando. Pero existía una condición ineludible: su hogar debía tener un carácter netamente español, historicista y a la vez monumental y moderno.


Retrato de la familia de los Marqueses de Bermejillo al completo con sus 4 hijos, realizado por López Mezquita (Foto tomada de Cultura Andalucía)

En 1912 compraron los terrenos en el nuevo barrio de Almagro, en concreto en el Paseo del Cisne, actual calle Eduardo Dato. Este barrio se había convertido en uno de los más cotizados del nuevo Madrid y el preferido por la nobleza y la alta burguesía del momento para construir sus viviendas.

Fuente del Cisne en 1864, situada en la confluencia del Paseo de la Castellana con el Paseo del Cisne. 

El Paseo del Cisne tomaba su nombre de la conocida como Fuente del Cisne, del S. XVIII, situada en la confluencia de la calle con el Paseo de la Castellana . La fuente se trasladó a la Plaza de Santa Ana en 1900 y el nombre de la calle se mantuvo hasta 1939, en que pasó a llamarse calle de Eduardo Dato.


Los marqueses, a pesar de haber contratado el proyecto del palacio inicialmente con los arquitectos Reynals y Guitart Trulls, eligieron como proyecto final el del santanderino Eladio Laredo, que fue contratado en 1913. 

La intervención de la marquesa fue decisiva ya que supervisó hasta el más mínimo detalle de su construcción, con el fin de que el proyecto de Eladio Laredo no se desviara de su idea de auténtico palacete de estilo renacentista español.

Eladio Laredo, a la sazón reputado arquitecto, actualmente catalogado dentro del estilo historicista, logró plasmar en el edificio del antiguo Paseo del Cisne el estilo neoplateresco con el que se define habitualmente este original edificio.

Eladio Laredo es también el autor, entre otros, del edificio Grassy al inicio de la Gran Vía.

Edificio Grassy, detrás del edificio Metrópolis, en el número 1 de la Gran Vía.

Estilo arquitectónico del Palacio de Bermejillo:

A la hora de definir el Palacio de Bermejillo se habla del denominado “estilo Monterrey”, que toma como ejemplo el Palacio de Monterrey de Salamanca construido en el S. XVI por Rodrigo Gil de Hontañón.

En mi opinión, si bien se aprecian ciertas similitudes con el Palacio de Monterrey, es sin embargo el Palacio de los Guzmanes de León, obra también del mismo arquitecto, el que sin lugar a dudas fue tomado como modelo y en el que podemos observar gran número de parecidos.


Palacio de los Guzmanes de León, obra de Rodrigo Gil de Hontañón, con sus dos torres laterales, 
muy parecidas a las del Palacio de Bermejillo

Resulta muy interesante comparar las similitudes en la distribución de las torres cuadradas que enmarcan la fachada principal, techadas con cubiertas a cuatro aguas y unidas por una logia o galería porticada, de estilo plenamente renacentista, pero decorada con motivos platerescos muy llamativos.


Fachada principal del Palacio de Bermejillo. 


En ambos palacios se repiten decoraciones típicamente renacentistas, como las gárgolas y también en ambos casos destaca en la fachada principal la galería porticada. 

En el caso del Palacio de los Guzmanes esta galería es de arcos de medio punto y en el Palacio de Bermejillo de arcos carpaneles.

Palacio de los Guzmanes de León, detalle de la "logia" o galería porticada que une ambas torres

La fachada principal del palacio madrileño es la que se abre al antiguo Paseo del Cisne. Destacan sus ventanas y balcones enrejados así como su balcón de esquina.




Detalle  de la galería de arcos carpaneles, rematada por una balaustrada calada y
decorada con gárgolas

La profusa decoración resulta al mismo tiempo ligera y elegante. Se añaden gárgolas meramente decorativas para añadir riqueza en la ornamentación, permitiendo romper la linealidad de la fachada y enlazando plenamente con el estilo plateresco más puro.

La fachada que da al jardín consta de un ala semicircular que permite disfrutar de un gran balcón totalmente acristalado en la planta baja, ventanales de arcos de medio punto en la primera planta y terraza sobre el jardín.

Este original "ábside" permitía disfrutar del jardín desde el comedor de gala o salón de baile. Actualmente forma parte del despacho oficial del Defensor del Pueblo.


Fachada del jardín con escalera de acceso directo desde la primera planta

El pequeño y coqueto jardín también se decoró con antigüedades como gárgolas, columnas rescatadas de yacimientos arqueológicos y esculturas zoomorfas en piedra que recuerdan a los verracos vetones.



El elemento más llamativo de este cuidado jardín es una singular exedra de columnas, algunas de las cuales aún cuentan con su capitel, que enmarcan una antigua fuente de granito rematada por un escudo. Una gárgola hace las veces de surtidor.


Las columnas junto con la propia vegetación del jardín permiten obtener unas perspectivas muy sugerentes del jardín y de la fachada del palacio.




Esculturas zoomorfas adornan la escalera de bajada al jardín

El palacio concluido en 1916, fue muy reconocido por la sociedad de la época. Se llegó a decir de él que era “uno de los más primorosos palacios que se han construido últimamente en Madrid”.



Tuvo algunos problemas administrativos con el Ayuntamiento de Madrid que le denegó la licencia de habitabilidad y el traslado de la familia Bermejillo se retrasó durante más de un año. Finalmente el palacio se ocupa en 1917.


Retrato de doña  Julia Schmidtlein, Marquesa de Bermejillo con su hija Carolina en 1908

En el año 1915, el rey Alfonso XIII gran amigo de Javier Bermejillo, le había concedido el título de Marqués de Bermejillo del Rey.  Dos años después, los nuevos marqueses se instalaban en su recién terminado palacio del Paseo del Cisne con sus cuatro hijos.


Todas las fuentes consultadas hablan de la intervención directa de la marquesa en la construcción de este palacio, de su afán por combinar una concepción de edificio cuasi medieval, con las comodidades y avances técnicos que la década de 1910 exigía a las familias de la alta sociedad española. 

Una demostración de arte y buen gusto no podía relegar su hogar a la frialdad  e incomodidades que conllevaba un concepto antiguo de vivienda del siglo SV.

Me imagino perfectamente a Julia Schmidtlein elaborando detallados planes sobre la forma de compaginar ambas ideas, acoplando por ejemplo, uno de los primeros ascensores que se instalaron en España, (algunos dicen que el primero que se instaló en Madrid en una vivienda particular), con la ubicación de una escalera regia.

Tuvo que constituir una gran reto profesional para los arquitectos que intervinieron en su construcción, sobre todo para el santanderino Eladio Laredo el conseguir aunar en este proyecto ambas necesidades. Porque la tarea de elaboración del proyecto incluía asimismo el de decoración e instalación de las antigüedades del patrimonio familiar.

Me atrevería a afirmar que fueron muchas las horas que pasó doña Julia intentando decidir dónde y cómo conseguir que la reja de auténtica forja toledana, procedente del coro de una iglesia, encajara con la puerta de entrada al salón de baile del palacio; en qué lugar instalar aquellas preciosas columnas salomónicas extraídas de ese retablo barroco andaluz que encontró en una tienda de antigüedades de la que no recordaba ni el nombre. ¡Quedarían preciosas adornando una gran chimenea que transmitiera calor e hiciera más acogedor el gran patio central de la vivienda!

Puedo recrear sin temor a equivocarme, las conversaciones entre arquitecto y cliente, calculando los metros cuadrados que deberían tener las estancias para poder instalar en sus techos los artesonados mudéjares que aguardaban pacientemente en oscuros almacenes… Y aquellos viajes imprevistos realizados a toda prisa para adquirir los paneles de cerámica sevillana y de Talavera que estaban a punto de subastarse en Sevilla o en Valencia.





Tuvo que ser un trabajo complicado, muy costoso, pero también muy gratificante, sobre todo comprobando el resultado final que incluso a nuestros ojos y en su estado actual, puede ser calificado de muy satisfactorio.

La familia permaneció en este palacio hasta 1932. Durante estos años la prensa de la época se hacía eco de las fiestas y recepciones que se allí celebraban y a las que acudía lo más selecto de la alta sociedad del momento. Alfonso XIII era un habitual de tales reuniones.

La nueva marquesa se había convertido en una personalidad muy reconocida en los círculos de artistas de la época por su mecenazgo y apoyo a las artes. Es de resaltar su relación con Antonio López Mezquita, uno de los grandes pintores de aquellos años, quien realizó el retrato de la familia con sus 4 hijos, así como posteriores retratos de su hija mayor, Carmen Bermejillo.



En 1919 la boda de Carmen, primogénita de los marqueses, con Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa, fue todo un acontecimiento social y fue recogido ampliamente por la prensa de sociedad, por ejemplo en el ABC.



La foto está tomada en el interior del Palacio de Bermejillo y se reconocen los azulejos de Talavera.


Los problemas económicos del marqués, provocados por el fracaso de sus negocios, la mayoría de ellos vinculados a México, que entonces se encontraba en plena revolución, le llevaron prácticamente a la ruina. La familia perdió su fortuna y se vieron obligados a vender el palacio en 1932.


Su hijo y heredero del marquesado, Francico Javier Bermejillo llegó incluso a perder el título nobiliario en los años 40.


Fue precisamente el hijo del matrimonio de Carmen Bermejillo y Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa, don Pedro Pidal Bermejillo, quien en 1961, logró rehabilitar el marquesado y sigue ostentando el título de Marqués de Bermejillo en la actualidad.





María Bauzá, la artífice de la Casa-Museo del Paseo del Cisne:


El cambio de titularidad del palacio acaecido en 1932 no sólo mantuvo el esplendor del edificio sino que amplió su categoría al instalarse en él la magnífica colección de arte de la nueva dueña: María Bauzá.

La personalidad de doña María Bauzá, de origen uruguayo, es cuanto menos sobresaliente, y digna de mención. 

A pesar de haber quedado viuda pocos meses antes de la adquisición del palacio, siguió adelante con la compra, se hizo cargo del patrimonio familiar, lo gestionó personalmente y se dedicó en cuerpo y alma a su conservación y ampliación. No resultaba nada fácil, incluso para una mujer de gran capacidad económica, compaginar su tarea de coleccionista con su labor como madre de seis hijos pequeños. 

Fotografía extraída del Boletín de  la Sociedad Española de Excursiones de 1943


Durante los 30 años que vivió en el palacio convirtió su hogar en una reconocida casa-museo, de nuevo una referencia obligada no ya de fiestas y banquetes sino de la cultura madrileña de la época.

En sus afamadas tertulias se daban cita escritores y artistas de todas las tendencias. Las reuniones de los domingos eran una cita obligada para todo el que quisiera hacerse un hueco en el panorama cultural madrileño. 

Merece la pena destacar el Congreso que se celebró en 1951, en el centenario de Isabel la Católica, en el que se redactó un escrito dirigido al Papa Pío XII solicitando la beatificación de la reina Isabel.


En esta fotografía de 1943 se aprecia el retrato de la reina Isabel II de Madrazo

La relación de objetos, cuadros, esculturas, tapices, libros, etc. que se conservaban entre sus muros es demasiado extensa para hacer una lista pormenorizada, pero nos podemos hacer una idea observando algunas de las fotos que han llegado hasta nosotros del interior de los salones durante aquellos años. 

El Boletín del año 1943 de la Sociedad Española de Excursiones: Arte, Arqueología e Historia, constituye un valioso documento para conocer de primera mano el contenido de la Casa-Museo. 

De dicho Boletín he podido extraer las siguientes fotografías que nos pueden ayudar a imaginarnos cómo era el interior del palacio.


En el Libro del "Defensor del Pueblo" se mencionan expresamente las siguientes obras: "De entre la larga lista de cuadros de interés destacaban una Crucifixión atribuida a Antonio del Rincón, un San Francisco de El Greco, un Descendimiento de Rivera, un San Antón de Tiépolo o una Inmaculada de Murillo, así como una tabla de Lucas Cranach. 

Dos salas, reservada una a Zuloaga y otra a Sorolla, así como pinturas de Paret y Alcázar, Giménez Aranda, Madrazo, Romero de Torres o Rusiñol entre otros, representaban espléndidamente el capítulo reservado al arte español contemporáneo.



Mención aparte merecía la Biblioteca que reunía junto a obras de autores modernos, libros raros y ediciones príncipe, además de ejemplares miniados, procedentes en su mayoría de escriptorios franceses y flamencos."

El estallido de la guerra civil puso en peligro el palacio y todo lo que él contenía, por lo que María Bauzá tuvo la idea de convertirlo en embajada de la República de Checoslovaquia. 

Gracias a este gesto y a la intervención de la esposa del entonces embajador de Checoslovaquia en España, el palacio se convirtió en refugio de personas perseguidas por la Segunda República, entre ellas el Duque del Infantado y su hijo, el Marqués de Vadillo, la viuda de Romero Robledo, etc. 

No me ha sido posible localizar fotografías de María Bauzá pero a continuación incluyo el espléndido retrato realizado por Zuloaga a su hija Esther Rodríguez Bauzá, que puede dar idea del nivel artístico que se respiraba en su familia.


Retrato de Esther Rodríguez Bauzá, obra de Zuloaga
El palacio permaneció en poder de María Bauzá hasta su muerte en 1960. Tres años más tarde sus herederos vendieron el inmueble, del que se habían llevado la mayor parte de las obras de arte y pasó a ser propiedad de una sociedad mercantil que en menos de un año volvió a venderlo, quintuplicando el precio por el que lo había adquirido. 

El nuevo titular de la propiedad era ya el estado español quien destinó el edificio a diferentes organismos públicos, hasta que en 1983 se decidió convertirlo en la sede de la recién creada institución del Defensor del Pueblo.

Para ello se llevó a cabo una profunda reforma intentando compaginar la función pública con la rehabilitación del palacio devolviéndole el esplendor de sus primeros años.

El resultado ha sido muy satisfactorio y en la actualidad se puede disfrutar de este palacio cuyos interiores han recuperado el espíritu de sus antiguos dueños.

Interior del Palacio:

La entrada del palacio comunica casi directamente con un fantástico patio de clara influencia renacentista al que se abren las distintas salas y estancias , todo él cubierto por una gran bóveda acristalada, añadida en la reforma de 1983.




El patio destaca por su luminosidad al estar todo él realizado en estuco pintado en blanco, lo que hace resaltar los zócalos de cerámica de Talavera, los suelos de cerámica sevillana y elementos decorativos tan llamativos como las columnas salomónicas que flanquean la gran chimenea lateral.

Frente a la entrada principal  se ubica una elaborada puerta de forja toledana que da paso al antiguo salón de baile del palacio, actualmente despacho oficial del Defensor del Pueblo.




Todas las puertas del palacio son originales, datadas la mayoría de ellas en época renacentista.

En la planta baja se encuentra la sala de reuniones, con un delicado y elegante artesonado.









La puerta de la sala de reuniones, original del S. XVII.



Detalle del interior de la ventana de esquina del palacio con motivos heráldicos en el suelo

La biblioteca conserva una valiosa chimenea original del Siglo XVI con azulejos de Talavera.



Sobre la balaustrada del piso superior de esta curiosa y original biblioteca, llama la atención el lema escrito en latín "Non quo, sed quomodo", que puede traducirse: "No importa el qué sino el cómo".

A la izquierda del patio se encuentra la escalera de honor en la que algunos encuentran influencias de la escalera del Alcázar de Toledo o del Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares, pero que a mí particularmente me recuerda a la del Hospital de Santa Cruz de Toledo.





Vista de la escalera de honor en la subida a la primera planta donde se pueden observar los detalles en estuco de techos y paredes, así como la barandilla y el remate decorativo de las esquinas de los diferentes tramos.








El remate historiado en forma piramidal de las esquinas de ambas escaleras tiene una gran semejanza.



Escalera del Hospital de Santa Cruz de Toledo. Fotografía del blog de C. García Hida

Las vidrieras son de la Casa Maumejean, la más reputada de la época, que también elaboró las del Palacio de Santoña, por ejemplo.







En las vidrieras se repite el lema "Non quo, sed quomodo" y los escudos de la familia Bermejillo

La galería del primer piso a la que se abren las distintas estancias del palacio, posee una delicada balaustrada calada, también realizada en estuco. 

Esta galería da la sensación de estar formada por arcos carpaneles, es decir rebajados, pero en realidad se trata de un juego visual obtenido mediante el uso de elaborados capiteles que prolongan sus tallas a través de historiadas ménsulas, hasta dar la sensación de formar arcos de unión entre las diferentes columnas.


Detalle de las columnas, capiteles y ménsulas dando la sensación de arcos carpaneles


Detalle de las tallas esculpidas en un capitel y ménsula de una de las columnas de la galería


Artesonado original en madera policromada de otro pequeño salón del palacio


Despacho oficial decorado con vidrieras de Maumejan, artesonado y friso estucado.



Vista del patio central desde la escalera de subida al tercer piso en la que se aprecian las esculturas de las columnas y los frisos y el calado de la elegante balaustrada.



Perspectiva del interior del patio central con la chimenea enmarcada por las columnas salomónicas, desde la tercera planta .



Las galerías de estos dos últimos pisos destinados al servicio no cuentan con columnas, pero están decoradas con preciosos azulejos de Talavera de gran valor.



Las dos últimas plantas del palacio se encontraban separadas de las plantas nobles por una cristalera que fue retirada al realizar la reforma del año 1983.

El patio se cubrió con una vidriera moderna como protección para las inclemencias del tiempo.

Vista vertical de los tres últimos pisos con la moderna cubierta acristalada

Lamentablemente no siempre se puede tener acceso al despacho oficial del Defensor del Pueblo cuando se realiza la visita al Palacio de Bermejillo, y en mi caso fue así. 

Sin embargo a continuación incluyo las fotografías que amablemente me ha proporcionado la oficina de este organismo para poder completar este artículo, ya que este despacho es realmente magnífico.









Como conclusión sólo me cabe decir que el Palacio de los Marqueses de Bermejillo, actual sede del Defensor del Pueblo, es todo un ejemplo de acertada rehabilitación, llevada a cabo con esmero y con gran respeto a su historia; en mi opinión, se ha logrado adaptar perfectamente una arquitectura palaciega al nuevo destino público que tiene desde el año 1983.

Gracias a ello se ha logrado preservar esta joya del patrimonio madrileño que merece la pena ser visitada para conocer un poco más de la historia de nuestra ciudad.
                              

                                               Madrid, mayo de 2018


Vídeo de El Palacio de Bermejillo, en mi canal de YouTube


Palacio del Tribunal Supremo o de Las Salesas (1ª parte)

                                El Palacio del Tribunal Supremo es uno de los mejores ejemplos de palacio neobarroco de Madrid. Construido s...