jueves, 11 de junio de 2020

La momia de la hija del doctor Velasco: la verdadera historia frente a la leyenda



El doctor Velasco, fundador del actual Museo de Antropología, debería haber pasado a la historia por su gran trayectoria profesional, por ser el eminente médico que inició los estudios modernos de anatomía y antropología en España, por ser el fundador de revistas médicas especializadas y asociaciones científicas, por ser el cirujano que revolucionó la medicina con sus clases prácticas de anatomía, entre otros muchos motivos más.

Sin embargo su nombre va unido indefectiblemente a la historia de la momia de su hija, que ha trascendido sin remedio al imaginario popular y que constituye sin duda una de las leyendas más curiosas del Madrid de finales del siglo XIX.

Retrato de Pedro González de Velasco en el Museo Antropológico

Corría el año 1875 cuando los periódicos de la época, dieron a conocer la increíble historia. La sociedad entera madrileña no daba crédito a la noticia que se extendía como la pólvora por Madrid ¿Cómo era posible que uno de los médicos más eminentes de su época, reconocido no sólo en España sino en todo el mundo, estuviera conviviendo en su propia casa con la momia de su hija fallecida a los 15 años?

Cuando saltó la noticia a la prensa, el doctor Velasco no pudo defenderse, no podía negar la realidad: tenía depositada la momia de su hija en su domicilio particular, ubicado en el Museo de Anatomía que él mismo había fundado poco antes.

El edificio actual del Museo Antropológico apenas ha cambiado desde que fue fundado por el doctor Velasco en 1875

Los madrileños pasaron de la incredulidad al asombro y finalmente a la exageración. Muchos eran los que creían ver el cuerpo momificado de la joven a través delas ventanillas del landó de su padre cada vez que salía del museo. 

Por todas partes surgieron personas que atestiguaban haber visto cómo el afligido padre sentaba a la mesa la desfigurada momia y la hablaba como si estuviera aún viva. 

Algunos afirmaban que el doctor Velasco la peinaba y la cambiaba de vestido.

Otros aseguraban que cuando se les veía pasear por el Retiro, Conchita llevaba puesto el traje de novia que nunca pudo estrenar.

¿Qué había de cierto en todas aquellas noticias? Sorprendentemente la mayor parte de las increíbles historias que se contaban de la momia del doctor Velasco eran ciertas. 

Otras sin embargo, fueron producto de la inventiva de los madrileños, alimentada por el siempre morboso interés periodístico de diarios y revistas, que encontraron un auténtico filón en esta historia, tan asombrosa como trágica. 

Para dilucidar el alcance de las habladurías y exageraciones y desentrañar la verdadera historia que rodea al doctor Velasco y a su hija, he acudido a los testimonios que considero más fiables, entre ellos el del premio Nobel Jacinto Benavente, quien siendo niño conoció de primera mano los hechos de boca de su propio padre. El doctor Benavente fue, además de amigo personal del doctor Velasco, el médico que atendió a su hija durante la enfermedad que la llevó a la muerte.

De entre las crónicas de la época me basaré en la versión de don Mariano de Cavia y por supuesto, en la biografía escrita por el doctor Pulido. Se trata de una biografía imprescindible puesto que el doctor Pulido, le acompañó durante casi toda su vida y fue testigo directo de todos los acontecimientos.

La biografía del doctor Velasco nos puede ayudar a comprender cómo fue posible que se produjese la momificación de su hija:

Pedro González de Velasco nació en 1815 en un pequeño pueblo de Segovia en una familia sin recursos. Al quedar viuda su madre con 6 hijos pequeños, tuvo que subsistir como porquero y voceador hasta que fue enviado al seminario para que al menos pudieran alimentarle. Allí descubrió su enorme facilidad para los estudios y su vocación por la medicina. 

Tras la exclaustración de las comunidades religiosas por la desamortización, estuvo en el ejército hasta que llegó a Madrid sin medio alguno para vivir. Tuvo que trabajar como criado y en cuanto pudo reunir algo de dinero, se matriculó en los estudios de cirujano, que en aquella época estaban separados de los de medicina.

Su vida a partir de entonces se dedicó prácticamente en exclusiva a los estudios y a la investigación, siempre enfocada a la anatomía, a la creación de moldes anatómicos para la docencia. Emprendió la tarea, hasta entonces casi inédita, de diseccionar cadáveres para que los estudiantes pudieran estudiar de una manera práctica y no siempre teórica.

Hizo la carrera de medicina, obtuvo el doctorado y comenzó a destacar por su habilidad como cirujano y por las clases prácticas que daba en su propio domicilio.

Cartel anunciando los famosos "Repasos" que impartía el doctor en su domicilio. Fueron muy reconocidos en la época y acudían numerosos estudiantes

Cambió de domicilio en varias ocasiones, siempre alrededor del Hospital Clínico de San Carlos de Atocha, actual Museo Reina Sofía, hasta que al fundarse el Museo de Anatomía, se destinó una parte del mismo a su vivienda particular.

En 1857, ya es un reconocido cirujano a nivel nacional y el ministro de fomento Claudio Moyano, que conocía y admiraba los trabajos de Velasco, le nombra director de los museos anatómicos.

Es en esta época, en 1864 cuando se produce la terrible tragedia que cambiará su vida, muere su hija de 15 años de edad, víctima de unas fiebres tifoideas.




Es necesario conocer los acontecimientos que produjeron la muerte de Conchita para comprender lo que sucedió posteriormente.

En aquella época no era raro que se contrajeran las fiebres tifoideas. En muchas ocasiones se curaban espontáneamente sin necesidad de aplicar tratamiento alguno. El pediatra de Conchita era su amigo y reconocido médico el doctor Benavente, padre del futuro premio Nobel Jacinto Benavente. Aplicó en la niña el tratamiento que consideraba mejor que era el de dejar que la enfermedad fuera desapareciendo poco a poco por sí misma.

Pero el doctor Velasco discrepaba ante lo que consideraba una falta de tratamiento y decidió actuar por su cuenta, dando a la niña un medicamento que provocara una crisis para que se curara más rápidamente. 

Jacinto Benavente recuerda en sus memorias las palabras de su padre tras visitar el hogar de la familia González de Velasco:

El doctor Velasco una mañana, impaciente, vuelve a interrogar a Benavente acerca de las medidas que pensaba tomar ante la lenta y desesperante evolución de la enfermedad en su hija. 
Benavente insiste en dejar a la enfermedad seguir su curso natural como actitud más acertada. 
Velasco no está convencido, se queja –no quiero más médicos del agua– y desoyendo la enérgicas protestas de Benavente le comunica su decisión: mira, yo voy a probar si, dándole un vomitivo, hace crisis la enfermedad. 
Benavente se desahoga al llegar a su casa: ¡ese Velasco, ese Velasco! … va a matar a su hija. Si es otro le pego, le mato. Pero es su padre, es su padre.


El resultado fue el contrario al esperado y la niña sufrió unas hemorragias intestinales que no pudo superar.

Pedro González de Velasco atormentado por el sentimiento de culpa, decide embalsamar personalmente el cuerpo de su hija. Una  idea ronda por su mente, pero carece de un lugar adecuado donde llevarla a cabo.

Finalmente el cuerpo embalsamado es enterrado en un nicho familiar en la Sacramental de San Isidro.

Carta manuscrita del doctor Velasco

La vida sigue y el doctor continúa con sus trabajos y sus cursos, volcado por completo en su vida profesional. Mientras tanto en su interior va creciendo día a día un sentimiento insoportable de remordimiento al considerarse el culpable directo de la muerte de su adorada hija.

En el año 1868, con la llegada del Sexenio Revolucionario y gracias tanto a sus ideas liberales como a su prestigio, es nombrado catedrático de Anatomía Quirúrgica.




En 1874 pone en práctica sus ideas para la renovación de la enseñanza de la medicina y crea la Escuela Práctica de Medicina y Cirugía junto con otros renombrados médicos, entre ellos el doctor Federico Rubio.

Busto de Pedro González de Velasco en el Museo de Antropología

Su gran éxito profesional no evita que desaparezca el drama interno que está sufriendo desde la muerte de su hija. Nada hace presagiar que ese dolor no superado, convertido ya en una auténtica y creciente obsesión, vaya a desembocar en un desenlace tan inesperado. 

En este año de 1874 se produce un cambio drástico en la situación política de España. La etapa liberal llega a su fin y se instaura un régimen conservador con el retorno de Alfonso XII.

Muchos de los que habían puesto en marcha proyectos liberales durante el llamado Sexenio Liberal, empezaron a verse relegados y el doctor Velasco fue uno de ellos. 

En muy pocos de los textos que he tenido oportunidad de leer sobre el doctor Velasco se hace demasiado hincapié en este aspecto, pero en mi opinión, el resentimiento y las envidias provocados por el gran éxito profesional alcanzado del doctor Velasco tienen mucho que ver con la campaña de desprestigio que se formó contra él y que encontró una ayuda inestimable al conocerse la historia de la momia de su hija.

El año 1875 sin embargo, empezó muy bien, Pedro González de Velasco vio cumplido uno de sus mayores sueños: la inauguración de un auténtico Museo de Anatomía.

Se trataba de un magnífico edificio en el que había invertido toda su fortuna, que había encargado a su amigo el Marqués de Cubas. Con este gran proyecto vería culminada su carrera profesional. En el museo se ubicaría además de su domicilio, la Escuela Práctica para continuar con sus afamadas clases de disección y anatomía.

El Museo de Anatomía se encuentra entre el Paseo Infanta Isabel y la calle Alfonso XII, junto a la Plaza de Atocha 

El doctor Velasco seguía viviendo volcado en su trabajo y aparentemente su única preocupación era encontrar cadáveres suficientes con los que seguir aprendiendo y estudiando. 

A la inauguración del museo acudió Alfonso XII y los más altos representantes del país. Fue muy comentada la respuesta que dio al mismísimo monarca cuando éste le preguntó si tenía algún deseo que plantear y el doctor Velasco respondió sin dudar: ¡Que me concedan cadáveres para enseñar a los vivos!



Aquel niño que no tenía para comer y que con 12 años tuvo que ir a un seminario porque su madre no le podía mantener, había visto cumplidos todos sus sueños a nivel profesional.

Sin embargo a nivel personal el dolor por la desaparición de su adorada hija, no sólo no se había mitigado después de más de 11 años, sino que el remordimiento por creerse culpable de su muerte, le atormentaba hasta el punto de necesitar obsesivamente compensar de algún modo tan terrible pérdida.

¿Cómo podía compensar la muerte de la niña?

Si pensamos en un médico acostumbrado a vivir rodeado de cadáveres, especialista en embalsamamiento, en disección y en cirugía anatómica, podremos entender más fácilmente a este padre atormentado. 

En cuanto se vio instalado en su nuevo hogar, decidió llevar a cabo la idea que hervía en su mente desde hacía 11 años: Recuperar a su adorada hija.

Sin dudar ni un momento preparó un lugar para depositar el cuerpo embalsamado de su hija. La capilla del museo era el sitio perfecto.

En la mente distorsionada de Velasco no resultaba extraño que en un museo en el que había animales disecados y momificados, hubiese también un espacio, perfectamente habilitado y con todas las medidas de conservación necesarias, para que reposase su propia hija.

Retrato de doña Engracia Pérez,esposa del doctor Velasco y madre de Conchita. Museo de Antropología


Su esposa no estaba de acuerdo. Había tenido que aceptar el embalsamamiento inicial de su hija, pero no aceptaba aquello que consideraba antinatural. Sin embargo tuvo que ceder y tuvo que ver cómo su marido traía a su hogar el cadáver de su hija.

Haciendo uso de las palabras del popular cronista Mariano de Cavia: en aquel momento dio comienzo... un capítulo terrible de una historia de amor, dolor y desvarío.

El traslado del cadáver de Conchita desde el cementerio al museo se realizó con todas las autorizaciones necesarias. Pedro González de Velasco, acompañado del doctor Pulido acudió al nicho familiar para recuperar por fin a su hija. 

Podemos imaginar la estremecedora escena que se vivió en el momento de descubrir el ataúd de Conchita. Me limito a transcribir las palabras de su amigo y biógrafo el doctor Pulido, presente en aquel momento:

Muy pálido, muy silencioso y, al parecer, muy sereno, procedió el Dr. Velasco al acto de abrir las dos cajas, apareciendo en el interior los restos de su hija vestidos con el hábito de la Concepción. ¡Podía estar orgulloso de su embalsamamiento, porque la ciencia había vencido las leyes de la descomposición, y el cuerpo aparecía exactamente igual como fuera enterrado once años antes!

Sacudiéndose de aquella contemplación procedió a palpar el cadáver; cogió sus miembros, los dobló comprobando su elasticidad, y exclamó con acento extraño: ¡Todavía están flexibles! ¡Podría sentarse! 

A partir de este momento haré mención únicamente de los hechos contrastados que muestran los acontecimientos reales que se sucedieron en casa de la familia Velasco, un hogar que volvía a estar completo tras el "regreso" de Conchita.

Durante varios meses Pedro González de Velasco dejó el cuerpo desecarse para que se produjese la momificación.



Posteriormente dispuso que una modista confeccionase un traje de raso blanco, guantes y zapatos a juego y colocó en sus muñecas pulseras y abalorios, cubrió su cabeza con una peluca y manchó su rostro con colorete.

El cuerpo permaneció en una urna de cristal, en la capilla del museo, durante muchos meses, hasta que, más sereno, Velasco tomó la decisión de que "se limpiasen todas aquellas sacrílegas pinturas que embadurnaban el seco rostro de la momia, se le quitasen sus ricos vestidos y aderezos, y se cubriesen los venerables despojos con otro hábito de la Concepción parecido al que primeramente vistió".

Jacinto Benavente explica cómo siendo niño había escuchado decir a su padre la rutina diaria del doctor Velasco: Todas las mañanas su primera visita al despertarse era para su hija: descubría la urna, se sentaba junto a ella y hablaba, hablaba él solo con su hija largo rato…

No era de extrañar que tan insólito comportamiento trascendiera del ambiente familiar y llegara a la prensa. A partir de este momento, la historia se enriquece con aportaciones de todo tipo sin que ninguna de ellas pueda ser verificada.

No existe prueba alguna de que el doctor Velasco sacara a pasear la momia de su hija en su landó, vestida de novia.




Tampoco es creíble que la sentara a comer en la mesa porque, desde el primer momento, su esposa estuvo en contra de que se conservara la momia de Conchita. Por mucho que tuviera que convivir con la obsesión de su marido, nunca habría consentido llegar a tal extremo.

Cuando falleció el doctor Velasco en 1882 manifestó expresamente su deseo de que permanecieran sus restos junto con los de su hija en el museo. Sin embargo su esposa trasladó el cadáver de Conchita al cementerio depositándolos de una manera ya definitiva en el lugar del que nunca debieron haber salido.

A su vez, el cuerpo embalsamado de Velasco, permaneció ya solo en el museo, hasta el año 1943 en que fueron trasladados a la Sacramental de San Isidro, en principio a un nicho provisional y finalmente en 1965 es definitivamente trasladado al nicho familiar.



Actualmente en este panteón, en el patio la Concepción del cementerio, descansan los restos de Velasco, de su hija Concepción y de su mujer Engracia.







Existe una segunda "leyenda" sobre la momia de la hija del doctor Velasco que aunque ha sido reiteradamente negada y explicada mediante todo tipo de pruebas, sigue haciendo las delicias de los estudiantes de medicina de la Universidad Complutense de Madrid, a quienes les encanta pensar que en el museo anatómico de la facultad se encuentra la auténtica momia de Conchita González de Velasco.

Fotografía: "La momia de la hija del doctor Velasco: Disección de una leyenda", Revista de la Escuela de Medicina Legal de la UCM, febrero de 2010.

Cuando falleció el doctor Velasco había perdido casi toda su fortuna y su viuda tuvo que vender el museo al estado español. Sus colecciones se repartieron entre diversos museos y algunas de las momias llegaron al museo de la facultad de medicina. 

En la actualidad la momia forma parte de la colección del museo del Departamento de Anatomía y Embriología Humana II de la Universidad Complutense de Madrid.

¿Cómo empezó la leyenda que afirmaba que la momia era la auténtica Conchita González de Velasco?

El doctor Muñoz Sedeño, profesor de la facultad,

había sido novio de Conchita en su juventud y cuando llegaron las colecciones procedentes del museo de Anatomía decían que se le veía pasar largos ratos junto a esta momia.

Los alumnos relacionaron rápidamente la historia de la momia de la hija del doctor Velasco con las inusuales visitas del antiguo novio al museo.

Cuando se trasladó la facultad de medicina a la actual ciudad universitaria alguien escribió a mano un cartel identificando el cuerpo momificado con la protagonista de la famosa leyenda. 

La segunda leyenda había nacido y fue más que suficiente para que llegara hasta nuestros días.

Fotografía: "La momia de la hija del doctor Velasco: Disección de una leyenda", Revista de la Escuela de Medicina Legal de la UCM, febrero de 2010

La momia que se encuentra situada en una urna de cristal, es en realidad el cuerpo de una niña de 13 años llamada Carmen Tarín, que quedó momificado como consecuencia de un enterramiento defectuoso y que fue enviado al doctor para su estudio.

La historia de la hija del doctor Velasco reviste tantos trazos de veracidad ha sido objeto de interés desde el primer momento. 

Se han escrito varias novelas sobre ella entre las que destacamos las siguientes:

La llave y otras narraciones, de Ramón J. Sender

La niña, de Luis Ángel Sánchez Gómez

El hombre que compraba gigantes, de Luis Folgado de Torres


Cuando volvamos a pasear por los alrededores de Atocha y pasemos por delante del Museo de Antropología, podremos recordar la gran figura del doctor Velasco, cuya vida, como la de tantos personajes que dejan huella en nuestra historia, tuvo muchas luces y también algunas sombras.



                                      Madrid, junio de 2020



Bibliografía:

- "La momia de la hija del doctor Velasco: Disección de una leyenda", Revista de la Escuela de Medicina Legal de la UCM, febrero de 2010.

- "El Museo antropológico del doctor Velasco: Anatomía de una obsesión", de L. A. Sánchez Gómez. Anales del Museo Nacional de Antropología, 2014.

- "Recuerdos y olvidos", de Jacinto Benavente

- "El doctor Velasco", de Ángel Pulido Fernández



























miércoles, 27 de mayo de 2020

El Palacio del duque de Medinaceli, Madrid




Fachada principal del palacio sobre la Carrera de San Jerónimo en el s. XIX

Conocer el palacio de Medinaceli supone conocer una parte muy importante de la historia de Madrid y de España. 

Hablar del palacio de Medinaceli es hablar de la actual basílica de Jesús de Medinaceli, del Convento de San Antonio del Prado y del convento de Santa Catalina.

Cuando nos hablan del palacio del duque de Medinaceli casi siempre se limitan a indicar que se trataba del palacio, hoy desaparecido, que existía en el solar del actual Hotel Palace de la Plaza de Neptuno en Madrid.

Sin embargo el palacio fue mucho más, ocupó un lugar muy relevante, tanto a nivel artístico, por tratarse de uno de los mejores ejemplos de arquitectura barroca madrileña, como por su envergadura, al poseer unas dimensiones realmente grandiosas; baste decir que la actual basílica de Jesús de Medinaceli formaba parte del conjunto palaciego.

Y por supuesto, no podemos olvidar que dado el carácter tan destacado de sus dueños y moradores, este palacio fue testigo de acontecimientos muy importantes de la historia de España. 

Conozcamos algo más sobre el palacio del duque de Medinaceli desde sus inicios:

Este palacio fue inicialmente conocido como palacio del duque de Lerma ya que fue don Francisco Gómez de Sandoval, el todopoderoso valido de Felipe III,  quien lo construyó en la primera década del siglo XVII. Posteriormente pasó a la Casa de Medinaceli, adquiriendo desde 1653 la denominación popular de palacio de Medinaceli o del duque de Medinaceli. 

Maqueta de León Gil de Palacio de 1830. Museo de Historia de Madrid.
(En verde el Palacio del Duque de Medinaceli)


Lo primero que llama la atención son las dimensiones del conjunto palaciego.

Hoy en día podemos hacernos una idea de la superficie que ocupaba pensando que podemos empezar a caminar en la calle Huertas, seguir por la calle Jesús, cruzar Lope de Vega, después la calle Cervantes, continuar por la de San Agustín hasta llegar a la Carrera de San Jerónimo, bajar por la Plaza de Neptuno hasta regresar a la calle Huertas y, después de todo ese recorrido, aún no habremos salido de los límites del antiguo palacio del duque de Lerma.



Límites del palacio sobre un plano actual. 


Evidentemente, era bastante más grande que el actual Hotel Palace, que únicamente ocupa la manzana de la esquina de la Plaza de Neptuno.

Don Francisco Gómez de Sandoval, duque de Lerma, fue el omnipotente valido de Felipe III, que ha sido calificado como el mayor especulador de la historia de España. 

Manipulador, intrigante y corrupto hasta el extremo, usó toda su influencia para enriquecerse, logrando una inmensa fortuna fundamentalmente por la especulación inmobiliaria. 

Consiguió convencer al inepto monarca para trasladar la capitalidad de España a Valladolid. De ese modo desde 1601 a 1606 Madrid dejó de ser capital de España, trasladándose el rey y toda la corte a Valladolid. Mientras tanto, el duque de Lerma aprovechaba para adquirir terrenos por todo Madrid a precio de saldo. Tan sólo unos pocos años más tarde, en 1606, volvió a hacer cambiar de idea a Felipe III para que retornara a Madrid la capital del imperio. Cuando la corte en pleno regresó a Madrid, Francisco Gómez de Sandoval era el dueño de multitud de propiedades que vendió a precio de oro. Muchos pensaron que realmente nunca tuvo intención de abandonar Madrid.


El Duque de Lerma, 1603. P. P. Rubens, Museo del Prado
Los abusos de poder del duque llegaron a tal extremo que la propia reina Margarita exigió la creación de una comisión de investigación para deponer al valido y llevarle a la cárcel. 

Ante esta situación Francisco Gómez de Sandoval no encontró mejor manera para eludir la justicia, que convertirse, nada menos, que en cardenal. 

En su lugar fue juzgado y ajusticiado su mano derecha, Rodrigo Calderón. 


Ejecución de Rodrigo Calderón en la Plaza mayor el 21 de octubre de 1621. Por su condición nobiliaria fue decapitado en lugar de ser ahorcado.

No podemos hablar del duque de Lerma sin hacer mención de la copla que corría de boca en boca de todos los españoles "Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España, se viste de colorado".

Evolución del palacio:

En la primera década del siglo XVII el duque de Lerma adquirió los terrenos situados junto al Prado de Atocha, frente a lo que sería el Palacio del Buen Retiro y construyó un conjunto palaciego que incluía además del palacio propiamente dicho, extensos jardines, huertas y variadas dependencias.

Sus dependencias eran tan numerosas que no necesitaba para abastecerse nada que quedara fuera de sus tapias. Había creado una microciudad autosuficiente.

En la finca se disponía incluso de un espacio para lidiar toros y en sus amplios jardines se representaban obras de teatro, y por supuesto, en los salones se celebraban bailes a los que asistía lo más selecto de la nobleza y alta sociedad del momento.


El palacio permaneció muy poco tiempo en manos de la familia Gómez de Sandoval. 

Pasaron unas pocas décadas y en 1653 la tataranieta del primer duque de Lerma, Catalina, contrajo matrimonio con el entonces VIII duque de Medinaceli, pasando el palacio definitivamente desde entonces a formar parte del patrimonio de la Casa de Medinaceli.


Con el matrimonio en 1653 de Catalina, duquesa de Lerma, con el VIII duque de Medinaceli, el palacio de Lerma pasó a la Casa de Medinaceli. Retrato de Juan Carreño de Miranda

En la siguiente fotografía apreciamos con detalle el alzado del palacio a finales del siglo XVIII. El dibujo titulado "Ornato de la casa del Duque de Medinaceli" se puede consultar en los archivos digitalizados de la Biblioteca Nacional.

Ornato de la casa del Duque de Medinaceli. Antonio Aguado (dibujante) y Francesc de Paula Martín Mora (grabador). Madrid, Imprenta Real, 1789

El palacio sufrió importantes obras de remodelación a finales del siglo XVIII.


Durante la invasión napoleónica los franceses se incautaron del palacio y causaron graves destrozos en su estructura. Los daños fueron tan importantes que la Casa de Medinaceli fue incapaz de asumir los costes de reparación y fue quedando en desuso hasta su total abandono.



El palacio en 1854. Alfred Guesdon. En primer término el palacio de Villahermosa, actual Museo Thyssen


Mesonero Romanos en su libro “El Antiguo Madrid” de 1861, nos describe detalladamente la historia de este lugar:

" (...) Este palacio pasó después, por entronque de la familia de los Sandovales con los La Cerdas, a ser propiedad de los duques de Medinaceli, y acaba de ser espléndidamente decorado interior y exteriormente por su ilustre poseedor actual (1860); conserva además gran parte del rico tesoro de su armería, biblioteca y galería de pinturas, con infinidad de objetos preciosos de interés artístico y de utilidad histórica. (...) No fue menor el interés literario de que le revistió después el ilustre duque de Medinaceli D. Antonio de la Cerda, gran protector de los célebres ingenios de aquel brillante siglo XVII, haciéndole servir de teatro, donde en suntuosas fiestas palacianas ostentaban las claras dotes de su ingenio los Lopes y Calderones, Guevaras y Moretos y demás que formaban la pléyade luminosa de nuestra república literaria. Habitando en esta casa el insigne Quevedo fue preso, por una sátira que se le atribuyó, en la noche del 7 de Diciembre de 1639".

A pesar de tanta opulencia el palacio fue deteriorándose y se llegó incluso a tapiar el chaflán de la Plaza de Neptuno para evitar su derrumbe.


La fachada lateral del palacio que daba a la Plaza de Neptuno se tapió a finales del siglo XIX para evitar su derrumbe. Al fondo se distingue la cúpula de Jesús de Medinaceli, hoy también desaparecida

En 1890 los duques de Medinaceli procedieron a la venta de la propiedad y la duquesa viuda de Medinaceli decidió trasladarse a otro palacio dentro de Madrid.



Una de las últimas imágenes del palacio antes de su demolición

El Duque de Uceda había erigido en 1864 un nuevo y moderno palacio al estilo francés en la Plaza de Colón, conocido como Palacio del Duque de Uceda. Este palacio fue adquirido por el Marqués de Salamanca y finalmente por la duquesa viuda de Medinaceli, que abandonó definitivamente el palacio de la Carrera de San Jerónimo. Cabe señalar que este último palacio también ha desaparecido y en su solar se construyó en 1970 el Centro Colón. 

En 1910 el conjunto palaciego del Duque de Medinaceli fue derribado en su totalidad y en la esquina de la Plaza de Neptuno se levantó el Hotel Palace.

Plaza de Neptuno en la actualidad con el Hotel Palace, la prolongación de la calle Cervantes y el palacete diseñado por Antonio Palacios, actual Hotel NH

Los terrenos que habían ocupado el extenso palacio se dividieron en varias manzanas, casi todas ellas destinadas a viviendas particulares. Se abrieron nuevas calles, o mejor dicho, se prolongaron calles que antes terminaban ante los muros del palacio.

Se prolongó la calle Cervantes, que es la que se ve en la foto anterior, y también la calle Lope de Vega, para dar acceso al Paseo del Prado a través de lo que antes eran terrenos del palacio.

Podemos hacernos una idea del aspecto exterior del palacio en el siglo XIX, con esta imagen del año 1891, cuando el edificio estaba ya en plena decadencia.
 Imagen del entierro de Alonso Martínez, al pasar  por delante de las Cortes, al fondo la grandiosa fachada del palacio del duque de Medinaceli.(15.01.1891)

El palacio de Medinaceli como protagonista de algunos acontecimientos de la historia de España:

Muchos fueron los acontecimientos que se desarrollaron entre los muros del palacio, entre ello destacamos los últimos días de la grave enfermedad que llevaron al fallecimiento de Mª Luisa Gabriela de Saboya, primera esposa de Felipe V y la estancia del rey durante varios meses para recuperarse tras la muerte de la reina incluida la famosa e intrigante princesa de los Ursinos.

Así lo describe José Amador de los Ríos en su Historia de la Villa y Corte de Madrid:

"Comenzó a experimentar la reina alguna novedad poco favorable en su salud y (...) pasó con el rey y los infantes a vivir por algunos días en la casa del duque de Medinaceli, que era una de las más desahogadas y cómodas de la Corte. Lejos de hallar alivio fue empeorando, de suerte que hubo de administrarla el Santo Viático (...) Su muerte acaeció el 14 de febrero de 1714. 
Con la muerte de la reina, quedó la princesa de los Ursinos por única consejera de don Felipe (...) de la cual no podía apartarse, pues viviendo el rey en la casa de Medinaceli, mandó mudarse a la princesa al inmediato convento de Capuchinos (...) haciendo que se abriese una puerta de comunicación entre el palacio y la habitación que la de los Ursinos ocupaba"

El rey permaneció en el palacio de Medinaceli hasta el mes de diciembre de 1714, cuando hizo su entrada en Madrid su nueva esposa, Isabel de Farnesio, y se instaló con ella en el Palacio del Buen Retiro. La princesa de los Ursinos ya había sido destituida por la nueva reina incluso antes de su llegada a Madrid.




Fotografía para tarjeta de visita de Jean Laurent, anterior a 1863

Fundaciones conventuales anejas al palacio:

Convento de los Trinitarios Descalzos, actual Basílica de Jesús de Medinaceli:


La actual Basílica de Jesús de Medinaceli tiene una azarosa historia por lo que únicamente nos vamos a detener en sus orígenes y vinculación con el palacio de Medinaceli.

El antiguo convento de trinitarios descalzos de Nuestra Señora de la Encarnación fue fundado por el duque de Lerma el 7 de abril de 1606. Pronto el convento pasó ser conocido como el convento de Jesús Nazareno, ya que en su interior se custodiaba una imagen de Jesús que estuvo cautiva en Fez y fue rescatada por los trinitarios en 1682.


Imagen de Jesús Nazareno. Obra del taller de Juan de Mesa, mediados s. XVII
La venerada imagen de Jesús Nazareno lleva muy merecidamente el apelativo "de Medinaceli" ya que los sucesivos miembros de la Casa de Medinaceli han demostrado especial inclinación e interés por esta imagen, protegiéndola ante los múltiples acontecimientos a los que ha tenido que enfrentarse y procurando siempre su exposición al pueblo de Madrid que le testimonia una gran veneración.

A modo indicativo podemos reseñar que en 1689 los duques de Medinaceli donaron una primera capilla para depositar la imagen. 

El edificio sufrió la guerra de la independencia, la desamortización y cuando fue devuelto de nuevo a los duques de Medinaceli, éstos lo cedieron a las monjas del Caballero de Gracia que no tenían edificio propio.

Tras la desamortización los duques debieron hacer uso de toda su influencia para conseguir que la imagen de Jesús Nazareno regresara a la capilla original de los trinitarios.

En el año 1890 cuando fue demolido el convento de los capuchinos de San Antonio del Prado, éstos se instalaron en el convento de Jesús de Medinaceli y en 1895, los duques decidieron instalar en su nueva capilla, de manera definitiva, la imagen de Jesús.

Sin embargo el edificio tuvo que ser demolido por el mal estado en el que se encontraba y el actual que ahora podemos contemplar, fue erigido en el año 1930 sin que quede ningún resto ni relación con el antiguo convento, salvo la veneración a Jesús Nazareno.

 



Convento de San Antonio del Prado:

El convento de San Antonio del Prado, nº 3 del plano de Texeira, fue fundado en 1609 por Francisco Gómez de Sandoval como Casa Profesa de los jesuitas. Tras la marcha de los jesuitas los capuchinos ocuparon el convento.

Plano de Texeira de 1656: nº 1, recinto palaciego del Duque de Lerma
- nº 2. Convento de los Trinitarios Descalzos, hoy Basílica de Jesús de   Medinaceli
- nº 3. Convento de San Antonio del Prado, hoy desaparecido, existe una capilla de las Esclavas de María
- nº 4. Convento de Santa Catalina de Siena, desaparecido, hoy Hotel Villa Real.
El duque de Lerma, era nieto de San Francisco de Borja, y como titular de la fundación de la Casa Profesa de los jesuitas depositó los restos del santo en la iglesia de San Antonio del Prado en 1617. 

Allí permanecieron hasta el traslado de la Casa Profesa a San Felipe Neri. Resulta interesante la historia de la urna que contenía los restos de San Francisco de Borja ya que sufrieron muchos traslados y en uno de ellos regresó por segunda vez a la iglesia de San Antonio del Prado, en concreto desde 1836 hasta 1890, es decir hasta que se vendieron las propiedades del palacio de Medinaceli.


Los duques de Medinaceli ostentaban la titularidad de la fundación de la Casa Profesa de los jesuitas al haberla heredado de los duques de Lerma, por lo que siempre velaron por los restos del santo. Tras la venta del palacio en 1890, la Casa de Medinaceli se encargó de trasladar de nuevo a San Francisco de Borja, en este caso a la cercana basílica de Jesús de Medinaceli también vinculada a los duques de Medinaceli. Allí permanecerá hasta la construcción de la iglesia de San Francisco de Borja en la calle Flor Baja en 1901.


Del edificio destacaba su iglesia, concluida en 1716 y levantada sobre una planta de cruz latina con crucero y cúpula. En el exterior, la fachada principal estaba precedida de una lonja desde la que se accedía a la puerta principal por una escalerilla. Sobre la portada, sencilla, destacaba una estatua de San Antonio de Padua con el Niño en brazos.



Iglesia del convento de San Antonio del Prado o de los capuchinos


Desamortizado en 1836, quedó únicamente en funcionamiento su iglesia hasta que fue derribada en 1890. 

Los monjes capuchinos se trasladaron a la otra fundación del duque de Lerma, la actual basílica de Jesús de Medinaceli.

Más tarde se instaló en él un colegio de señoritas y un edificio de viviendas.

Hoy en día en la calle Cervantes, 19 encontramos esta placa que recuerda que en los últimos años de existencia de la iglesia de San Antonio del Prado se celebró la primera vigila de adoración nocturna del Santísimo Sacramento.


La placa está colocada en la actual Iglesia y el Convento de las Esclavas del Sagrado Corazón, situado. 

El convento, la iglesia y la huerta han desaparecido pero se sigue manteniendo la adoración al Santísimo en una preciosa capilla perteneciente a las Esclavas del Sagrado Corazón.




Se trata de una pequeña pero singular capilla, que posee una rica decoración en madera en estilo neomudéjar. 





Esta capilla es una gran desconocida pero merece la pena ser visitada.






Convento de Santa Catalina:

Otro de los conventos construidos por el duque de Lerma fue el de Santa Catalina, destinado a las monjas procedentes del antiguo convento de Santa Catalina de Siena fundado por doña Catalina Téllez, camarera de Isabel la Católica en 1510.

El duque de Lerma compró el edificio del Hospital General que se había trasladado a Atocha y que estaba separado del palacio sólo por la calle del Prado. Ocupaba los terrenos situados entre la Carrera de San Jerónimo, la calle del Prado y la de Santa Catalina. (nº 4 del plano de Texeira)


Plano de Texeira de 1656: nº 1, recinto palaciego del Duque de Lerma
- nº 2. Convento de los Trinitarios Descalzos, hoy Basílica de Jesús de Medinaceli,
- nº 3. Convento de San Antonio del Prado, hoy desaparecido, existe una capilla de las Esclavas de María,
- nº 4. Convento de Santa Catalina de Siena, desaparecido, hoy Hotel Villa Real.

Los dos conventos construidos por el todopoderoso Francisco Gómez de Sandoval se unieron mediante un pasadizo volado sobre la calle del Prado. En el plano de Texeira anterior, el pasadizo está marcado en color rojo.

Las monjas fueron expulsadas del convento durante la invasión francesa. José Bonaparte derribó el convento y en su lugar se levantaron edificios de viviendas. En la actualidad es el Hotel Villa Real.

Hotel Villa Real, en el solar del antiguo convento de Santa Catalina
Como hemos podido comprobar muy poco queda del inmenso palacio del duque de Medinaceli, pero sus huellas persisten en las calles de Madrid, dando nombre a los lugares en los que antaño estuvieron estas grandes edificaciones, como las calles Santa Catalina, Duque de Medinaceli y por supuesto calle de Jesús.

                                                      




                                                 Madrid, a 27 de mayo de 2020


Bibliografía:

- Memoria de Madrid
- Blog: Madrid sin prisas
- Blog: Arte en Madrid
- Web: jesusmedinaceli.archimadrid.es
- Web: fundacionmedinaceli.com

- Historia de la Villa y Corte de Madrid, Volumen IV,      José Amador de los Ríos


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