lunes, 28 de mayo de 2018

Auschwitz-Birkenau. Cuando el mal se adueña de nuestra humanidad

La exposición "Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos" en Madrid, en el Centro de Exposiciones Arte Canal de Madrid, es una oportunidad única para poder comprender lo que allí ocurrió. Por ello animo a todos los que no hayan podido ir, a dedicar un par de horas a visitarla.

Hace varios años tuve la oportunidad de visitar personalmente los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau y redacté un pequeño artículo que  precisamente se centraba en la importancia de realizar esta visita.

A continuación transcribo parte de dicha entrada esperando que pueda resultar de interés para quien aún no haya podido visitar la exposición de Madrid.

"Después de haber estado en Auschwitz me gustaría recomendar encarecidamente esta visita a todos, sin importar ni la raza, ni la religión, ni la nacionalidad, hasta el punto de que considero que acudir a este lugar una vez en la vida, más que una simple recomendación debería ser una obligación.

Estamos muy confundidos si creemos que aquello se encuentra muy lejos en el espacio y en el tiempo. 

El significado de Auschwitz ha trascendido hasta el punto de representar una realidad imperecedera que debe influirnos, que debemos tener presente, y que todos sin excepción estamos obligados a conocer para no volver a repetir. 

Debo confesar que yo dudaba y, pensaba, como tantos otros, que era mejor no ir a un sitio tan desagradable y tan triste porque podía herir nuestra sensibilidad y estropear nuestras vacaciones. Hubiese sido un gran error por mi parte.


Entrada al campo principal Auschwitz I, con el cartel "El trabajo os hará libres"
El increíble acierto de este museo es el tremendo respeto que se desprende de cada panel informativo, de cada fotografía meticulosamente seleccionada, de cada documento, de cada objeto expuesto. 


Calles del campo de Auschwitz que empezó siendo un campo de trabajo. Actualmente cada edificio comprende una exposición explicativa del contexto histórico y del genocidio que allí se produjo
Porque en estos dos campos de concentración, Auschwitz y Birkenau, que en la actualidad son un museo, se descubre la vida, el día a día de los que tuvieron la desgracia de pasar por allí.

Se muestran sus caras, sus trabajos, sus ropas, sus zapatos, sus maletas y también su sufrimiento. 



Los nazis destruyeron todo lo que pudieron antes de que los soviéticos liberaran el campo. En el actual museo ni siquiera se han reconstruido las cámaras de gas, salvo una pequeña, meramente testimonial, para comprender lo que ocurrió.  En Birkenau no queda en pie ni un crematorio y tan solo se han reconstruido unos pocos barracones.


Uno de los paneles explicativos del museo
Se consigue que el visitante conozca a las personas, no sólo las cifras abrumadoras de centenares de miles de hombres y mujeres vilmente asesinados. 




Un dato se puede olvidar, una mirada en cambio, se queda grabada en tu interior y explica, a quien quiera escuchar, la verdad de lo que ella vio y vivió.




Nadie, por muy insensible que sea, es capaz de salir de este lugar sin compartir en su interior un poco al menos, de lo que experimentaban las personas que tuvieron la desgracia de pasar por allí.

Y ese es el poder de este museo. Aquí se experimenta una sensación tan real y tan terrible a la vez que impacta y sobrecoge a todos sin excepción.


Puerta de Auschwitz II - Birkenau, conocida como "La puerta de la muerte". 
El campo se construyó en 1941 como campo de exterminio para llevar a cabo la "solución final". En él los trenes llegaban directamente a las cámaras de gas.

El sentimiento de Auschwitz y de Birkenau se conserva intacto en cada rincón, se respira en el aire y se impregna en nuestra piel haciéndonos comprender aunque sea mínimamente, lo que sucedió tras sus alambradas electrificadas.


Alambrada electrificada rodeando el campo de Birkenau. Sorprende su gran extensión. Llegó a albergar a más de 100.000 prisioneros a la vez, todos ellos a la espera de su exterminio. Sólo en este campo fueron asesinadas más de un millón de personas.

En mi visita he conocido a hombres, mujeres y niños vivos, con el dolor reflejado en sus rostros; he visto sus cuerpos desnutridos y famélicos, espectros andantes intentando mantener la dignidad. 

He puesto cara y nombre a jóvenes llenos de vida, que con toda seguridad tenían las mismas ilusiones que podríamos haber tenido nosotros si nos hubiese tocado vivir en aquella misma época.

Cuando se camina por los mismos pasillos que ellos, cuando se entra en los chamizos en los que dormían, sin luz, sin agua, sin calefacción, apilados en catres en los que no había espacio ni para darse la vuelta, cuando se ven sus letrinas y los barracones en los que los dementes pseudocientíficos experimentaban con ellos, entonces, y sólo entonces se empieza comprender lo que es un campo de exterminio.




Interior de uno de los barracones. En cada hueco llegaban a dormir apiñadas hasta 10 personas sin espacio para poder darse la vuelta

Casualmente el día de nuestra visita coincidimos con un grupo de estudiantes hebreos que, envueltos en sus banderas israelíes, escuchaban las explicaciones de su profesor. Uno a uno fueron depositando piedras sobre los raíles de la fatídica vía de tren que llevaba a las cámaras de gas.



Sólo se ha conservado un vagón igual a los utilizados por los nazis para el transporte de los judíos. En la misma plataforma de descarga se hacía la selección y los elegidos iban directamente a las cámaras de gas.

No creo equivocarme al expresar en estas líneas que todos los que formábamos parte de nuestro grupo, nos sentimos sobrecogidos al pensar que probablemente, más de uno de aquellos jóvenes había perdido a algún familiar en este mismo lugar.


Sorprende el tamaño tan grande del campo de Birkenau. Resulta imposible abarcar en una sola mirada la extensión total de la alambrada electrificada y sólo de aprecia su longitud con la referencia de as torres de vigilancia que se pierden en la distancia.

Es difícil explicar lo que se siente en Birkenau. Por un momento y tan sólo durante unos minutos, rozamos el sentimiento de dolor de las víctimas de aquel terrible genocidio. 

Nos parece una experiencia dura y sin embargo no llega a ser ni una milésima parte de lo que cualquiera de aquellas personas tuvo  que soportar día tras día. 


Al ser liberado el campo se encontraron toneladas de zapatos de los deportados al campo, pendientes de su envío a Alemania para su reutilización

Todos intentamos no ver nuestro reflejo en ese joven que se encuentra frente a ti mirándote con sus profundos y tristes ojos a través del cristal de una fotografía en blanco y negro, en una ficha perfectamente identificada, que muestra siempre la misma expresión… resignación.


Hasta 1943 la mayor parte de los prisioneros fueron fotografiados, meticulosamente registrados y marcados con números identificativos


Por eso ahora, transcurridos más de 70 años del final de la guerra más espantosa que haya vivido nunca Europa, debemos utilizar el ejemplo de todos los hombres y mujeres que sufrieron de un modo tan inexplicable en aquel lugar, para alejarnos de esa  resignación disfrazada de modernidad que inconscientemente nos domina mucho más de lo que queremos reconocer.

Ahora somos nosotros los que nos resignamos a aceptar lo que ocurrió. Nos conformamos con lamentarlo y condenarlo, cuando  lo que debería provocar en todos nosotros, es precisamente todo lo contrario.
Reconstrucción del horno crematorio, destinado a incinerar los cadáveres
   
Nuestra sociedad nos cuida... supuestamente. Nos permite alejarnos de lo que no nos gusta, de lo que nos ofende y de lo que es desagradable. Pero este terrible error nos está convirtiendo en seres insensibles y sobre todo, lo que es mucho peor, en personas incapaces de enfrentarnos a la realidad de nuestro mundo.

La historia nos sirve para aprender a no repetir los mismos errores y sin embargo estamos ocultando el pasado y suavizando los horrores de la humanidad.


Placa conmemorativa escrita en sefardí o judeoespañol. 
Se calcula que unos 1.200 españoles pudieron morir en este campo y un número indeterminado de judíos sefardíes.


Por eso, es nuestra obligación venir aquí, aprender lo que hemos sido capaces de hacer, asumir el grado de maldad al que puede llegar la naturaleza humana y, siendo conscientes de nuestros defectos y de nuestras debilidades, tomar todas las medidas necesarias para que no se vuelva a repetir nunca más.

Por eso, hay que empezar corrigiendo el primero de los eslabones que inician la gran cadena de errores de la humanidad, y fundamentalmente de nuestros tiempos, que es el de alejarse de la realidad de nuestro pasado. 

Por eso, es fundamental conocer, visitar y caminar por las calles de Auschwitz y de Birkenau para dar testimonio de lo que nuestra naturaleza humana es capaz de hacer.

No podemos resignarnos a dejar en el olvido un capítulo de nuestra historia tan terrible como éste."                                                      
  

                                        Madrid, Mayo de 2018 

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